Jean-François Fogel
Le costó diez años a Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, nombrar a sus enemigos. Me explico: los enemigos sobran, tanto dentro del país como fuera. El gran vecino del Norte y su presidente, George Bush, es el enemigo mayor, todos lo sabemos. Pero a Chávez le faltaba una palabra para decirlo. Y ahora parece que la tiene: hay en Venezuela pitiyanquis, es decir, personas que aman a EE. UU. y hacen todo para complacer a este país. El New York Times dedicó un artículo al febril uso de la palabra por el presidente y sus seguidores. Vídeos en la web son testimonios del esfuerzo del presidente venezolano por promover la palabra.
Aunque el diccionario Collins afirma que la palabra se traduce de manera fonéticamente homónima al inglés, es decir, que un pitiyanqui vale un pitiyanki, es fácil entender que la expresión no es más que una mezcla del francés petit (pequeño) con el inglés yankee.
A pesar de su presencia, a veces en la conversación, pitiyanqui no era una palabra muy utilizada en el hablar venezolano. Pero ahora un sitio como Aporrea que apoya a Chávez se dedica a entregar una etimología y opositores como Alexis Marrero se honran en asumir la palabra. A mí me parece, en ambos casos, un gran éxito lexicográfico de Chávez. No se puede luchar contra un enemigo sin tener una palabra para nombrar a este enemigo. Fidel Castro nunca consiguió esta hazaña. Utilizaba gusano, para los enamorados de EE.UU. que buscaban exiliarse («¡pim pom fuera: abajo la gusanera!» y «¡Gusanos por compotas!» son dos de las grandes composiciones de la propaganda revolucionaria). Y para nombrar a los yanquis, decía los yanquis (Girón: primera gran derrota del imperialismo yanqui en América). La solución de Chávez es más eficiente, al incluir la palabra yanqui en un término despreciativo que viene, según muchos, de una palabra creada en Puerto Rico.
En realidad, el éxito de Chávez tiene una explicación: era imprescindible promover a un término frente a la abundancia de referencias a la boliburguesía, la burguesía creada por la corrupción dentro de la revolución bolivariana. En Venezuela, hay restaurantes, casas, centros comerciales que «son de la boliburguesía» por un estilo propio de nuevos ricos. En Youtube se puede ver una presentación de carros que se apoya en la propaganda oficial para los cinco motores de la revolución (las leyes habilitantes de corte socialistas; la reforma constitucional; la revolución educativa; la nueva geometría nacional y el nuevo poder comunal) para presentar cinco carros de lujo y denunciar a sus propietarios boliburgueses.
Ya tenemos los dos bandos de un enfrentamiento creciente: boliburguesía contra pitiyanquis. Falta por ver si habrá un estilo pitiyanqui en el consumo tan fácil de identificar como lo que compra el derroche de dinero de la boliburguesía.