Jean-François Fogel
Caracas, otra vez. Empezando por otra carretera para ir del aeropuerto a la capital. No se sabe cuánto tiempo será necesario para construir un viaducto (el que servía se cayó) y vincular la autopista que viene del aeropuerto con la capital. Hay promesas de obras rápidas. Pero sobran las promesas en la dinámica bolivariana. Por el momento, se utiliza una carretera provisional tirada en un barranco y apodada “la trocha”. La palabra no se usa en todas partes del mundo hispanohablante. Basta recordar que la trocha es el camino malo que utilizan los habitantes de Macondo, al principio de Cien años de soledad, para descubrir una sierra vecina. Ir en carro por una trocha…
Por lo menos en carro se descubren nuevos anuncios. Como uno que, al llegar a Caracas, me llamó la atención. Dice:
“Tenemos un continente
Tenemos una patria
Tenemos un pueblo
Tenemos un sueño”.
Y al final, ligeramente apartado, dice: “Tenemos un líder”.
El retrato en color de Hugo Chávez Frías desautoriza cualquier duda sobre quién es este líder. Pero lo más interesante no es tanto lo que dice la publicidad y la imagen del dueño de la revolución bolivariana. Mucho más apasionante es lo que se ve en el fondo: un mapa de América Latina. Al lado del rostro del presidente de Venezuela se leen las palabras “Argentina”, “Perú”, etc. Ya se hizo la anexión gráfica del continente gracias al sueño bolivariano que personaliza el comandante. Todo esto aparece en una especie de niebla roja donde se adivina otro Hugo Chávez, pero esta vez vestido de militar, con su boina roja de paracaidista y el brazo levantado del oficial en el momento de animar al ataque. El mensaje gráfico no puede ser más claro: hay dos Chávez, el que atiende a Venezuela y el que se proyecta hacia afuera. No se puede entender al primero sin saber que su actuación se ubica en el terreno que sueña conquistar el segundo: el continente.
En el avión de ida hacia Caracas acababa de descubrir (en una lectura atrasada) otra visión del mismo continente en el número del sábado 17 de junio del Financial Times. Su suplemento de fin de semana dedicaba dos páginas a una selección de libros con la buena idea de que es mejor leer novelas recientes que guías de viajes para preparar las vacaciones. Una selección de unos sesenta libros pretendía representar a todo el planeta. Para América Central y América del Sur había dos novelas: El cantor de tango, del argentino Tomas Eloy Martínez y Ciudad de Dios (Cidade de deus), del brasileño Paulo Lins, cuya traducción al inglés llegó con retraso. Es decir, música típica y violencia urbana como resumen de lo que es otro continente.
Hay que recordar unos datos sencillos: el sueño bolivariano de una América Latina transnacional es la historia del siglo XIX; y el tango y las favelas son herencias del siglo XX. Ambas visiones -la del líder que busca el “socialismo del siglo XXI” y la del diario del capitalismo europeo- son miradas atrasadas. Ven el continente en un retrovisor.