Jean-François Fogel
Colombia cocina el primer fracaso de Nicolas Sarkozy. El nuevo presidente francés recibe, en su tercer día en el poder, a la familia de Ingrid Betancourt, ex-candidata ecologista a la presidencia colombiana, secuestrada por las Farc en Colombia, el 22 de febrero de 2002. La entrevista con la familia se produce antes del primer consejo de ministros del nuevo gobierno. No hay manera de ignorar el compromiso de Sarkozy: quiere a Ingrid Betancourt libre.
Ayer jueves, Sarkozy habló media hora con Álvaro Uribe, el presidente colombiano, para decir lo mismo: está “determinado a conseguir el retorno de Ingrid Betancourt”. Ella es una franco-colombiana (tiene la doble nacionalidad) que ocupa un espacio permanente en la prensa francesa. Todos los candidatos a la reciente elección presidencial tuvieron que comprometerse sobre su destino. Hubo actos para recordar el secuestro de Betancourt en muchas ciudades. Ser periodista en Francia significa tener un buzón electrónico lleno de mensajes del comité de apoyo a la víctima de las Farc. El trabajo militante de su familia y de sus amigos no se detiene nunca. Los franceses no saben nada de Colombia pero todos conocen Ingrid Betancourt.
La huida esta semana del policía colombiano John Frank Pinchao, otro rehén de las Farc que se escapó después de casi nueve años de detención, fue noticia de primera página en Francia, pues el pobre había convivido más de dos años con Betancourt y fue capaz de entregar noticias sobre la ex candidata. Lo que dijo fue un encanto para los franceses. Habló de una mujer fuerte, que intentó escaparse varias veces a pesar de momentos de tristeza .
Lo de Pinchao es un evento inesperado. Obliga a Sarkozy a respetar su compromiso de candidato: hará todo lo posible para sacar a Betancourt de la selva. Pero no se puede olvidar lo que ocurrió con Dominique de Villepin, el primer ministro francés que se fue ayer: intentó hacer una negociación secreta con las Farc y llegó a creer tanto en su éxito que mandó un avión a Brasil, a la frontera de Colombia para recuperar a Betancourt. Al final, no hubo liberación sino una crisis en el gobierno francés: los ministros de relaciones exteriores, de defensa, y hasta el presidente de la República no estaban al tanto de lo que hacía Villepin. Para toda la prensa fue un payaso metido en una guerra.
Lo de Pinchao es un milagro, los colombianos lo saben. Y milagros, con las Farc, hay pocos. Por eso, al viajar de vez en cuando a Colombia, tengo una sensación extraña en Francia. Allá, Ingrid Betancourt es un rehén más (un rehén un poco culpable, pues oí muchas veces el cuento de su falta de prudencia por razones de publicidad política el día de su detención). Aquí, Ingrid Betancourt es una figura heroica, un caso urgente, conocido por todos. Y entre allá y aquí Sarkozy acaba de comprometerse para conseguir lo imposible: un gesto de humanidad de una guerrilla que vive del secuestro y del narcotráfico.