Skip to main content
Blogs de autor

Educando al genio

Por 18 de mayo de 2007 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Adivina, adivinanza: ¿quién es el miembro más holgazán de todas las familias, el que no hace más que comer y dormir sin producir ni trabajar por los demás, el que berrea a cada capricho como si todo estuviesen obligados a atenderlo sin chistar? Así es, han adivinado: el niño.

A lo largo de toda la historia universal, ese pequeño parásito ha hecho de las suyas aprovechándose del candor de sus mayores. Y esto no es temporal. El muy canalla suele permanecer unos veinte años –a menudo más- colgado de la teta familiar, exigiendo pero nunca ofreciendo nada a esa pequeña sociedad que son sus parientes y, para colmo, culpándolos de sus propios defectos y deformidades. Como si fuera poco, las teorías psicológicas modernas, con la excusa de que los chicos “se expresen”, les permiten dar su opinión y dejar de comerse la comida. En algunos países, esos pequeños degenerados pueden incluso denunciar penalmente a sus sufridos progenitores. 

Padres de familia, ha llegado la hora de decir basta. Ha llegado el momento de detener la dictadura de los enanos. Ha llegado el tiempo de dejarles claro quién manda aquí. El programa educativo que propongo se basa en tres sencillos aspectos.

1. El entorno. ¿Cómo vamos a cambiar a los niños si se pasan el día rodeados de otros niños? Bajo su apariencia inocente, los compañeritos de su hijo esconden una grave amenaza. Se pasan el día inculcándoles ideas subversivas sobre el mundo y mostrándoles los juguetes que sus padres les han comprado. Además, tampoco trabajan. Una educación diferente pasa por limitar el acceso de los niños a otros niños. En adelante, en vez de llevarlos al colegio, lo mejor será llevarlos a la oficina para que se familiaricen con la vida que les espera y se acostumbren al trato con los adultos. Evidentemente, al principio no serán capaces de hacer todo el trabajo por sí mismos, pero sí que pueden empezar por sacar fotocopias –cualquier niño de seis años tiene ya las habilidades psicomotoras que hacen falta- y llevar café o mensajes de un lado a otro. Además, alegran el entorno laboral con su simpatía y naturalidad. Nomás hay que evitar que hagan caquita en la oficina del jefe.   

2. Los estímulos culturales. Los colegios suelen practicar la nefasta política educativa de hacer que los niños lean y dibujen. Pésimo. Si se dedican sólo a perder el tiempo, nunca se convertirán en elementos productivos de la sociedad. Las lecturas sugeridas en la infancia deben limitarse, pues, a libros de economía y derecho. Es recomendable comenzar por tratados de Milton Friedman y el código mercantil, que siempre es una lectura entretenida y provechosa. En cuanto a películas y juegos de video, los justos, y sólo aquellos en que el protagonista tenga la posibilidad de ejecutar masivamente a grupos sociales con un fusil y/o artillería ligera. Eso les enseñará a valerse por sí mismos y ser funcionales en un mundo cada día más competitivo.

3. Las relaciones sociales. Los niños tienen una tendencia congénita a relacionarse en función de la simpatía que les despierten los demás niños, sin tomar en cuenta factores fundamentales como la prosperidad o la conveniencia de sus amistades. Los adultos deben contrarrestar esa tendencia ayudándolos a crear redes sociales que previsiblemente sean útiles durante su adultez: en primer lugar, hijos de políticos o empresarios con dinero. Si el niño persiste en hacerse amigo de gente pobre o sin influencias, es necesario decirle: “usha, niño, eso no se toca.” Un paso a tiempo en ese sentido le ahorrará un errático deambular por la hermética sociedad de los adultos.

Todos estos pasos no sólo redundarán en beneficio de su prole, sino también de usted como padre y como ciudadano. Recuerde que las pensiones de jubilación son siempre inestables, y que su manutención durante la tercera estará en manos de sus descendientes. En otras palabras, cada hijo es una inversión en su futuro. Sea responsable: cuídelo.         

Close Menu