Jean-François Fogel
Empieza hoy. Se llama en francés «La quinzaine des prix littéraires» (la quincena de los premios literarios). En este tiempo de maniobras y almuerzos de jurados parisienses se entregarán seis premios: Goncourt, Renaudot, Médicis, Femina, de l’Académie Française e Interallié. Hoy, jueves 26 de octubre, es el gran premio de l’Académie Française. Abre la temporada con una perspectiva más que extraña, casi inverosímil: un mismo libro figura en la preselección de los seis jurados. Se trata de Les Bienveillantes, de Jonathan Littell.
Hablé varias veces del libro cuyas ventas ya superan los doscientos mil ejemplares. Este número podría multiplicarse por tres con un premio Goncourt. Pero éste se entregará el 6 de noviembre y antes, jurados deseosos de demostrar su influencia sobre los lectores, podrían elegir el libro de Littell. La tradición, pero no el reglamento, prohíbe entregar dos premios al mismo libro. Así que la pregunta no es si Littell tendrá un premio. Es más bien: ¿cuál será el premio de Littell?
Repartir premios literarios es un deporte de otoño en Francia. Algo furioso, poco noble e imprescindible, que se puede seguir tanto en un sitio como en un blog. Al leer la lista de los candidatos, se ve que dentro de las traducciones solo queda un autor del universo hispanohablante: Javier Cercas, con La velocidad de la luz, pre-seleccionado para el premio Femina.
¿De qué se trata en los premios? De dinero, claro, y también de ego. A Littell nunca le faltó lo primero. Hace poco, de manera casual, encontré a un compañero suyo cuando estudiaba en la universidad de Yale. Me contó que nada más ingresar a la universidad, Littell había publicado en el diario del campus un artículo explicando la necesidad de cada uno de buscar el apellido que le corresponde en su vida en lugar de utilizar el que le entregaron sus padres. Pedía a sus compañeros llamarle «Château», tal cual, lo que significa Castillo. Pero sus compañeros, que no entendían aquel gringo afrancesado, optaron por otra palabra francesa, la única conocida por todos: «croissant». Así fue apodado durante sus estudios.
Ahora, a Littell, no le va a faltar la plata. Ya ganó mucho con las primeras ventas y el premio va a disparar sus ingresos. El asunto tiene su importancia. Un excelente artículo en The Observer del domingo pasado lo decía, al recordar los celos de David Lodge cuando Colm Tóibín, autor como él de una novela sobre James, se llevó un galardón de 68.000 libras inglesas. Sic Transit Gloria Mundi…