Jean-François Fogel
Mi plan para hoy era hablar de Juan Jamón Jiménez. Pertenezco a la generación que tenía que leer extractos de Platero y yo en el instituto y le guardo cariño a la figura del viejo maestro. Creo que se debe también a mi amor por la palabra “golondrina” (supera el feo “hirondelle” del francés que además es una vieja palabra de argot que significaba “policía”). Bueno, no voy a insistir, tengo una deuda pendiente con Juan Jamón Jiménez y me parecía obvio explicar que Platero y yo es una versión anticipada del blog literario.
El problema es que ahora, lo siento, pero es imposible seguir con el plan, debido al éxito del actor de la película Capote en los oscars. Cuando el cine se mete en literatura hay que tener mucho cuidado, puede pasar cualquier cosa y tengo que dedicar estas líneas matutinas a una especie de fe de erratas. Claro que In cold blood (A sangre fría) es un gran libro, la obra maestra de lo que Norman Mailer, que tanto odiaba a Capote, llama “faction” (mezcla de facts y fiction, de hechos y ficción). Pero no hay que equivocarse, con Capote alcanzamos una de las cumbres del arte de la ficción en el siglo XX y no se puede permitir que el éxito de un actor en los oscars despiste a los amantes de la literatura. Basta leer Otras voces, otros ámbitos, la primera novela de Capote para entender que se trataba de un artista apuntando a lo mejor. Su final trágico y ridículo no puedo esconder lo obvio: si uno quiere entender cómo se debe escribir, hay que leer a Capote. Aquí están mis propuestas.
La mejora novela, sin duda, sigue siendo Desayuno en Tiffany’s. Otra vez hay una gran amenaza del cine, pues Audrey Hepburn es una cosita que puede romper cualquier corazón. Siempre recordaré la tarde de otoño en Nueva York donde descubrí la novela. No tenía plata y esperaba un vuelo charter en un YMCA donde alguien había escrito un poema pobre en una pared:
“October is windy,
November is chilly,
To stay at the YMCA is so swell”.
(Es tan malo que no lo voy a traducir, pero para mí se vincula con Capote).
El mejor texto de Capote es un cuento-recuerdo que aparece en un libro titulado The dogs bark (Los perros ladran). El texto se titula “Lola” y cuenta la historia de un cuervo que cree ser un perro. La historia tiene lugar en Sicilia y me bastaría haber escrito algo parecido para morirme feliz. En el mismo libro hay un relato de un encuentro con la escritora francesa Colette cuyo título español debe ser “La rosa blanca”. Nadie lo puede leer sin sacar fotocopias para sus amigos.
Finalmente, si uno quiere entender lo que va haciendo al escribir, hay que leer la introducción a los cuentos Música para camaleones. Capote explica que cuando Dios le da a uno un don, también le regala un látigo para la autoflagelación. Es cierto, pero como los oscars no decían nada sobre el látigo, tuve que abandonar a Juan Ramón Jiménez, sus golondrinas y su viejo burro.