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ATRASO UNO

Por 2 de enero de 2007 Sin comentarios

Jean-François Fogel

El 2 de enero del 2007 es el mejor día para hacer lo que no hice en el 2006. Como escribir sobre la novela, más bien novelita (o «novela» en el sentido de la palabra inglesa) de Alejandro Zambra. Se trata de un autor chileno que era conocido, se conocía poco, por ser de la raza maldita para el éxito comercial: es poeta. Se han dicho maravillas sobre su libro, Bonsái. Al final, como siempre, el libro no puede competir con los elogios: lo leí y me decepcionó, pero es una rica decepción. Bonsái tiene buena madera.

Ante todo es una hazaña tipográfica. Fabricar 94 páginas con un relato tan corto dice mucho sobre la voluntad de Anagrama de publicar el libro. Uno piensa en los libros tan breves de Les éditions de Minuit en París. Acabada la última página, al leer el precio en la contratapa, siempre tengo la tentación de hacer una demanda judicial a la casa editorial. A veces, la brevedad se confunde con la chapucería.

Hasta la página 73, Bonsái es un milagro. Un texto de una ligereza inverosímil. El soplo de un minimalista que finge escribir una novela realista con la técnica de un poeta especializado en haiku. En la página 74, todo cambia. La obra se transforma, como dice el narrador en «una historia liviana que se pone pesada», la historia de Julio y Emilia. Una historia que conocemos desde el primer párrafo: «Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura».

Zambra maneja una técnica fenomenal en lo relacionado con el uso de las repeticiones. Hemingway en sus cuentos solía hacer lo mismo: utilizar una palabra como un martillo para dar golpes repetidos al lector. Es lo mejor de Bonsái, al lado de una evaluación de varias obras literarias como estimulador sexual. Julio y Emilia leen en voz alta antes de follar. En realidad, Emilia es la única que folla; Emilio, por su parte, hace el amor, lo que explica que ocurra «lo de siempre. Al final, todo se va a la mierda».

El fallo en las últimas veinte páginas del libro es un claro caso de rendimiento insuficiente. Zambra tiene todo listo para una catarsis borgiana y renuncia con una franqueza ingenua: “El final de esta historia debería ilusionarnos, escribe, pero no nos ilusiona”. Lucidez: entregar una obra y también la crítica lúcida de la obra; o renuncia: irse de la carrera cuando la posibilidad de ganar es obvia. No sé que opinar de aquella alternativa, pero me equivoqué al no decir nada de Bonsái. Lo que hago hoy está atrasado. Pero este atraso no es mi único atraso del año 2006. Mañana me toca recuperar el atraso 2: un aniversario.

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Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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