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La moda del doctor House

Por 3 de enero de 2007 Sin comentarios

Basilio Baltasar

Cuando caen sobre la ciudad las últimas luces de la tarde, una amable penumbra invade la sala de espera. Las sombras del retrato colgado en el recibidor se vuelven más oscuras y hacen confusa la figura del patriarca. Seguramente el óleo perteneció al lote de alguna subasta benéfica. Las sillas se alinean vacías junto a la pared y en la mesita se amontonan las revistas que hojean los pacientes.

El hombre que espera no tiene ganas de leer. Observa con recelo el rostro que le sonríe despampanante desde la portada de la revista. Le ofende la alegría de la bella mujer y le lanza un reproche del que pronto se arrepiente.
¿Qué culpa tendrá la pobre? –piensa.
Cuando mira de nuevo el reloj le sorprende no sentirse insultado –esperar a los demás le producía una febril irritación.

¡Querido amigo!
El doctor, al que nunca antes había visto, lo recibe con un formidable apretón de manos. Tiene aspecto de atleta y una melodiosa voz de tenor.
El diván no hará falta –dice, mientras le invita a sentarse junto al escritorio.

Dos son las cosas que hoy debe saber –y aquí empieza el monólogo.
Bienvenido al gran equipo europeo de los depresivos. Media Europa toma medicación. La otra media, no se atreve. Así que vaya haciéndose a la idea y acostúmbrese a ser tan vulgar como ellos.
La segunda cosa que usted debe saber es por qué me he convertido en el mejor psiquiatra de la ciudad.
¿Quiere usted saberlo? –el doctor no espera la respuesta.

A usted le ha costado mucho admitir su malestar. Seguramente ha perdido un tiempo precioso intentando evitarlo. Pero al fin ha dado su brazo a torcer y aquí lo tenemos. Como un corderito.
No ha sido fácil ¿verdad? ¿Escuece? ¿Duele?
Y para una vez que consigue ser sincero consigo mismo, me encuentra a mí. ¡Es usted un hombre afortunado! Ha reconocido el fracaso de su personalidad y se topa con el único médico dispuesto a negarle consuelo. ¡Enhorabuena!

Supongo que le han contado que lo suyo tiene remedio, que nadie es perfecto, que dentro de poco ni se acordará de haber tenido la cabeza metida en el infierno. ¿Es eso, verdad?
Pues lo siento. Lo que le han contado sobre la depresión es mentira. En realidad, querido amigo, lo peor está por llegar y no tiene usted ni idea de lo que le espera.

Si todo va bien –y eso es algo que deseo de todo corazón- usted no podrá salir del agujero en el que se ha metido. Y si todo va mejor, dentro de un tiempo habrá sido totalmente destruido. ¿Qué le parece?

Entiéndame. No es que me regocije su sufrimiento. Es que no hay otro modo de acabar con el tipo que le causa tantos pesares. ¿Comprende? Usted es la causa de sus males y el único modo de curarse es acabar con el idiota que ha conseguido ser. Lo único que le sacará del antro de estupidez en que ha convertido su vida es la depresión.

No voy a recetarle pastillas. Si engañamos al dolor, usted no llegará a nada. Así que prepárese para aguantar solito las consecuencias de sus actos.
Amigo mío, ésto es la depresión. El retorno apresurado de lo que hicimos. O de lo que no hicimos. Quién sabe. ¿Le parece injusto? Pero si es un mecanismo inteligentísimo. ¡Benditos aquéllos que lo padecen!

Bien. Creo que ya he dicho bastante.
Voy a cobrarle mil euros, o dos mil. Quizá más. Nunca algo tan valioso le habrá salido tan barato.

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Basilio Baltasar

Basilio Baltasar (Palma de Mallorca, 1955) es escritor y editor. Autor de Todos los días del mundo (Bitzoc, 1994), Críticas ejemplares (BB ed; Bitzoc), Pastoral iraquí (Alfaguara), El intelectual rampante (KRK), El Apocalipsis según San Goliat (KRK) y Crítica de la razón maquinal (KRK). Ha sido director editorial de Bitzoc y de Seix Barral. Fue director del periódico El día del Mundo, de la Fundación Bartolomé March y de la Fundación Santillana. Dirigió el programa de exposiciones de arte y antropología Culturas del mundo (1989-1996). Colabora con La Vanguardia y con Jot Down. Preside el jurado del Prix Formentor y es director de la Fundación Formentor.

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