
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Lo sigo siendo. Bueno, ahora soy dos tontos. Y me gusta la música. Los tontos tenemos esas cosas. Esta mañana un amigo, un curioso genio de varias artes y sin embargo un tipo encantador y sensible- que no nombraré para no dar pistas a tontos de otros gustos- me ha regalado un disco de "Salomé" en catalán. Le había comentado la impresión que causó en un niño de casi diez años, uno que se parecía a mí en un día de final de verano, ver en un Festival del Mediterráneo por televisión cantar en ese idioma, cercano pero extraño, como era entonces el catalán. Recuerdo a una señora muy elegante- Salomé- y un señor con camisa negra y flequillo, que se llamaba Raimon. Ya no estoy seguro si uno de los dos interpretaba en castellano y el otro en catalán. Da igual. El caso es que siempre recordé esa canción que se llama "Se’n va anar". Ahora tengo el vinilo, una rareza de la prehistoria del pop español. Y me sigue gustando.
Un poco después me gustaron "Los Bravos", "Los Salvajes" y "Lone Star". Después llegaron Aute y los catalanes, el primer Serrat y el montón de jueces. Y Pí de la Serra, Pau Riba, Guillermina. También había descubierto a los franceses, desde Francois Hardy a Michel Polnareff. Después vinieron Boris Vian y el capullo de Dutronc, que se casó con la Hardy. La legión italiana del Festival de San Remo, desde Mina a Luigi Tenco…Pero sobre todo había llegado la música inglesa. Ellos eran lo que hubiéramos querido ser. Hasta que desde la costa Oeste, antes de New York- la capital de nosotros los catetos- nos arrasó. Más o menos eran los años en que descubrimos a Tete Montoliú en aquél "Whisky Jazz" de una plaza de Madrid que no se merece esa bandera tan cañí.
Nos gustaban las coplas que se habían quedado en la memoria de nuestra madre, de nuestras vecinas y por supuesto conocíamos bastantes zarzuelas.
Después sería imposible imaginarme sin el jazz. ¡ Respetadme yo escuché y casi pude tocar a Miles Davis!.También nos había llegado por circuitos incomprensibles, por radios y viejos vinilos la música que llamaban clásica. Y nos pusimos Bartok muchas tardes. Y aterrizamos en aquella explosión de alegría- y otras cosas- que eran las óperas italianas. Wagner vino después. Cuando llovía escuchábamos a Satie en aquella casa en el campo. Otras veces Stravinsky nos acompañó.
Soy amigo, admirador, seguidor de Sabina, Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel y compartimos la admiración por los hermanos Conte y Francesco de Gregori. Me gustan los napolitanos y los de Jerez. Con Mikel Laboa, como con Patti Smith, me he pasado muchas horas. Pero, ¡joder!, si me gusta hasta Leonardo Favio. Aunque, la verdad, ¿sabes quién me gusta?: Leo Dann…Y con Julio Iglesias, en compañía de Juan Cueto y Feliciano Hidalgo, disfruté de viajes y conciertos. La lista de mis tonterías musicales es mucho más larga. De la "movida" hablaremos otro día. O no. Me aburren algunos listos. Me gustan mis tontos.