Javier Rioyo
Al final de la Segunda Guerra Mundial un crítico de arte, antropólogo y filólogo francés, Michel Leiris escribió un peculiar, desmesurado, inteligente y arriesgado texto: La literatura considerada como una tauromaquia. Creo que el texto todavía tiene la fuerza, la vigencia y el sitio que para mí lo tuvo en aquellos años 70, mediados, en los que leí ese texto. Todavía conservo el ejemplar de aquellos recordados “Cuadernos ínfimos” de la editorial Tusquets. Lo volveré a leer esta misma tarde. Y lo hago porque ayer tuve una discusión, una de esas discusiones de callejón sin salida, con un amigo querido y admirado. Hablábamos de ritos, mitos y diversiones. Hablábamos de poesía y de prosa. El invitado a la improvisada cena era el poeta Juan Gelman. Y mi amigo, uno de los anfitriones, era otro poeta, Luis García Montero. A una de la noche, pasados unos vinos, estuvimos hablando de toros y tauromaquia. Alguna vez he contado de mi afición a esa extraña, cruel y hermosa fiesta… o lo que se quiera decir de ese ritual, festejo, sacrificio, arte o lo que se quiera considerar que es el toreo. Al menos el toreo que uno desea. El que alguna vez presenció. El que alguna vez, bastantes, consiguió emocionar, conturbar y hacer feliz a este aficionado español.
Mi amigo Luis, y otros muchos admirados intelectuales o no, desprecian y no comprenden cuáles pueden ser las razones de que a gentes más o menos cercanas a su ética y a su estética -dicho esto sin tener que comulgar juntos en tantas cosas- podemos ser aficionados a ese resto de barbarie que queda como fiesta “nacional” que, según muchos desean, está condenada a extinguirse y desaparecer. La discusión era una faena tediosa, interminable, repetida, cuasi eterna lucha sin resolver entre taurinos y antitaurinos. Y naturalmente sin trofeos. Y sin ovación, sin vuelta al ruedo…pero, eso sí, sin sangre. Este año tampoco he leído el artículo de Manuel Vicent a la contra. Y sin embargo estoy deseando volver a leer el texto de Leiris, aquél texto que escribió después de salir horrorizado de su primera experiencia con la realidad de este sangriento arte. Mañana, espero, hablaré de más libros y más toros. Ahora, como todavía no hay toros, me voy a un concierto. A escuchar una de las grandes partituras del siglo XX. ¿Estará eso peleado con mi afición a los toros?