
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
He vuelto al teatro. Lo tengo un poco abandonado. Y he vuelto por un clásico del siglo XX que, ¡ay!, se vuelve mucho más cercano, necesario y actual en éste final de euforia capitalista, en estos tiempos de crisis, en estos panoramas de para y trabajo débil.
La obra se llama "Muerte de un viajante", fue el gran triunfo de Arhur Miller en el final de los años cuarenta. Después vendrían la euforia, el crecimiento de los americano, la guerra fría, el plan Marshall y la desconfianza con todo lo que fuera o pareciera cercano a ideas comunistas o socialistas. La obra fue dirigida por Elia Kazan, e interpretada por Lee J. Cobb y Arthur Kennedy, entre otros. Es la historia de la decadencia de un americano prototípico, el vendedor ambulante Wily Loman. Tiene sesenta años y su mundo, su trabajo, su territorio se está desmoronando. En América, también en Europa, está a punto de llegar la euforia del consumo, del confort. No hablamos de España, aquí éramos diferentes. Para Wily Loman, un soñador, un ser humano que supervive engañándose- como tantos otros- el mundo que se comenzaba a pintar de technicolor, ya no es su mundo. Es un fracasado. Un desempleado. Un hombre sin fortuna, sin futuro. Eso no lo puede soportar. El final es trágico, desolador, sin salidas.
Estoy leyendo otra de las novelas americanas que marcaron época. Una novela que fue la más famosa de su tiempo y que creo estaba muy olvidada. Otra novela, que también muestra la cara menos amable de un mundo que se dedicaba a querer exportar los modelos, los lujos, la forma de vida del imperio americano. La mayor democracia, el modelo triunfador, también estaba lleno de derrotados. Y de hombres aburridos, previsibles y cansados a pesar de tener familia feliz, bonita casa, amigos, aficiones sanas, algunas escapadas y trabajo. Demasiado trabajo. De eso trata "El hombre del traje gris", de Sloan Wilson. Con un prólogo de Jonathan Franzen se acaba de publicar en "El Asteroide". Completa la visión desencantada de un imperio del que estamos viendo su caída.
Para completar esa mirada a las trampas, los agujeros y los bulevares de sueños rotos que surgieron del país más libre y poderoso, del país modelo de todo occidente, también habrá que acercarse al lúcido ensayo de Vicente Verdú, "El capitalismo funeral". Pero eso merece otra parada.
Espero que el mundo vuelva a empeorar. Es decir, pase del paro de "muerte de un viajante" al trabajo, al aburrimiento y el hastío de la clase media y con trabajo. Que paren las desgracias de venir agrupadas. Esa manía de no venir solas.