
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Una de las felicidades que la literatura nos procura es poder admirar a los malos. O, al menos, mirar con muchas simpatías. He leído una corta y excelente novela con la misma simpatía que los Rolling Stones sienten/sentimos por el diablo. Se llama "El caballo amarillo", es una ficción del diario de un terrorista ruso. Está escrito por Boris Savinkov, del que casi nada sabía pero ya tiene un admirador más en mí.
La vida de este escritor y peculiar artista ruso, tiene muchos paralelismos con el personaje de su obra. Formó parte de aquello pioneros del socialismo, de aquellos anarquistas rusos exaltados que lanzaban bombas contra la corrupta aristocracia zarista.
Los anarquistas rusos son casi un género literario. Y ahora entiendo mejor, después de leer a Savinkov, la admiración y deuda que con él tuvo Albert Camus para escribir personajes tan sin sentimientos ante el crimen, ante el asesinato. "El extranjero" y "Los justos" son deudores del libro de exaltación anarquista, del asesinato como una bella arte literaria.
Escritor rescatado por la editorial "Impedimenta", hombre de vida apasionante y contradictoria. Procedente de familia acomodada que sintió simpatías por los revolucionarios. Como tantos otros de la historia de las ideas izquierdistas y anarquistas. De él dijo Lenin que era "un burgués con una bomba en el bolsillo". Un hombre de acción que tuvo que marcharse al exilio, que conoció los mejores años bohemios parisinos, que se hizo amigo de Picasso, Cendras o Apollinaire. Regresa para luchar por la Revolución, es ministro con Kerenski, entra en contradicción con los bolcheviques, es condenado a muerte y termina cayendo por una ventana- suicidio o asesinato- en una de las cárceles de la Lubianka en Moscú.
Exaltado, genial, arbitrario, todo un personaje que nos cae bien a nosotros que apenas nos atrevemos a ser en la imaginación uno de esos vengadores contra los injustos, los canallas, los dictadores y los verdaderos malos de la historia. Los anarquistas de la historia rusa, algunos otros, aquellos místicos de la revolución, esos perdedores de la historia nos siguen provocando todas nuestras simpatías.