Javier Rioyo
Algún amigo del blog se queja por mis juicios favorables sobre el escritor Umbral. Protesta por las actuaciones del personaje público. También por la retórica del escritor. Vuelvo a expresar mis admiraciones por su manera de escribir en los periódicos, en algunos libros autobiográficos y en algunos acercamientos que el escritor Umbral hace a su vida, su tiempo o a sus gustos literarios. Escribió mucho, escribió todos los días durante más de cincuenta años. Hay muchas páginas prescindibles. Otras deslumbrantes. Libres, certeras, dolientes, hirientes, profundas, leves, inteligentes y emocionantes como el mejor dominador de esa compleja herramienta que es el lenguaje.
Apenas he leído al Umbral de este siglo. Un libro tan diferente a su imagen tantas veces frívola o banal que podía dar su ser personaje tan público, Un ser de lejanías, ése es un libro para reconciliarse con el escritor.
Desde siempre el escritor llevaba un ser dentro que contradecía a su personaje: “el hombre de letras se resiente siempre de su injustificabilidad, y también en este aspecto es un letraherido. Los más banales buscan el éxito en el teatro, “fabrican” un acontecimiento social, ven a su público, se sienten justificados. Pero no lo están mucho más que el domador del circo.
Ser escritor iba a ser condenarse a la injustificación de por vida…Paradójicamente, el escritor, que es el hombre más roborado y autocorroborado, el que firma todos los días debajo de sí mismo, resulta en el fondo un ser inexistente, sin justificación alguna, el que da al lenguaje, esa preciosa herramienta, un uso inútil…
Al que ha hecho una catedral le basta con decir: “He ahí la catedral”. O la fábrica. El que sólo ha jugado un poco con las palabras no puede sino mostrarse a sí mismo. Por eso el escritor se deja ver tanto, más que nadie, casi como los toreros, en España.
…no he resuelto el caso. Lo que pasa es que ya no me importa. Y no es que haya llegado uno a un mayor cinismo, sino que efectivamente los problemas dejan de ser problemas, en la edad tardía, como las dichas dejan de ser dichas…
Trabajaba en mi estilo. Trabajaba en mí”
Esas son reflexiones de Umbral en un libro Los cuadernos de Luis Vives de hace más de diez años. Ha reflexionado y mucho sobre su condición histriónica. Quizá se le fue la mano en lo de dejarse ver. También así ocultaba otro. El otro. El escritor, el que nos importa. Yo nunca pensé en él como feminista. Ni como muy moral. Sí como mortal. Y rosa.