
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Un hombre que amaba los libros como se debe amar a la vida. Que amaba la vida como se ama a algunos libros. Que amaba a Beatriz, y que era amado. Vivió bien. Mantuvo el humor hasta el final y algunos pasos más allá. Hoy me han despertado con la putada, con la traición, de la muerte de Toni López Lamadrid.
Seguiremos de fiestas, de libros, de bebidas nocturnas, de Barcelona y Madrid en torno a algunos autores, alrededor de unos libros, tomando copas, riendo, discutiendo, disfrutando de los acuerdos y los desacordes. Seguiremos como casi siempre. Y no estará Toni López, que tanto espacio agradable, festivo, inteligente, antipedante y con tan buen humor ocupaba en las vidas de tantos escritores, de tantos lectores. De verdad le echaremos de menos. A él, a su voz ronca, a su estilo para beber, para hablar y reír. A su sorna y sus ironías.
El humor se incorporaba de manera natural a su rigor como ser humano y como editor. De vez en cuando recordaba la historia de sus antepasados. Nobles que habían aumentado su fortuna como negreros. Elegantes traficantes de esclavos, redimidos por el dinero del textil, las buenas obras y las arquitecturas elegantes.
Estos días he recordado a Toni, siempre viajo con algún libro de su editorial, desde hace ya muchos años, felizmente, no podemos separarnos de esa editorial que comenzó Beatriz de Moura, y que supo engancharse y engrandecerla Toni hace ya treinta años. Y le he recordado por el libro de Leonardo Padura- hablaré otro día- y porque estaba cerca de Comillas, lugar de su antepasado marqués, refugio de sus veraneos. Y También porque diariamente pasaba por Lamadrid, otro pueblo familiar. Y lo recordaba sonriente, burlándose de la enfermedad y sus canalladas. Y recordaba como de vez en cuando nos parecemos a Malcolm Lowry. Esperamos una cantina con la puerta siempre abierta, no dejamos de beber aunque no toquemos el ouka lele. También como él soñamos sentarnos al viento, beber, charlar y leer algunos libros.
Le debemos por lo menos unos cuantos libros. Y algunas placenteras discusiones. Brindaremos con él. Y recordaremos como uno de esos que no ignoraba algunos de los libros que nos han unido. No merece la pena discutir con quienes ignoran algunos libros. Toni era un hombre cortés. De esa cortesía que le place a Gómez Dávila. De una cortesía que “nos capacita para respetar a nuestros interlocutores sin creer en su importancia”. Nos sentimos siempre respetados por él, aunque no fuéramos importantes. Gracias.