
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Hace unos años conocía a Eduardo Riestra, un apasionado lector, arriesgado editor y buceador por rarezas y olvidos. También un navegador contracorriente. No es fácil hacer desde A Coruña una editorial española, en español, y con un catálogo tan poco concesivo a ventas o lecturas fáciles.
Tuvo el olfato de editar a Óscar Esquivias entre los jóvenes narradores y siempre se lo agradeceremos. Otros cuántos agradecimientos le debemos a Riestra. Pero la última aventura tiene que ver con su colección de libros viajeros de grandes narradores, "viento simún". En ese catálogo se encuentran George Orwell, Evelyn Waugh, Lafcadio Hearn, Dos Passos, Isherwood y Auden o Caheaubriand, por citar algunos de esos escritores con los que siempre es un placer volver por sus sendas.
Lo que yo no esperaba es encontrarme con un olvidado- veo que con la habitual injusticia- de los alrededores de la conocida cono "Generación del 98". Se llama Ciro Bayo, una de las más terminadas "representaciones" reales de lo que entendemos por un bohemio. Peregrinó por libre en la literatura y en la vida. Gran viajero, el más hispanoamericano de nuestros escritores. Vivió muchos años por aquella América desconocida, conoció los últimos estertores de las colonias, recorrió el continente a caballo, sobrevivió a muchas aventuras, fundó revistas, trabajó en colegios y regresó. Murió olvidado en un asilo para escritores al final de la Guerra Civil. Dandi y vagabundo literario, particular cronista de Indias y bohemio cuentista por las tertulias del Madrid de los años veinte, de los años treinta. Valle Inclán, que fue su amigo, lo representa en "Luces de bohemia" como don Peregrino Gay.
El libro de viajes por la Bolivia del final del siglo XIX es una delicia de historias, aventuras, vida cotidiana y excesos de los tiempos de la colonia. Se llama "Chuquisaca o la plata perulera". Chuquisaca es la antigua Sucre. Así se llamó cuando los españoles nos estuvimos enfrentando por repartirnos el botín. Así se llamaba en los tiempos de Catalina de Erauso, la "Monja Alférez".
Así se llamó en tiempos de guerras civiles entre aquellos españoles que habían ido hasta esas tierras para gobernarlas. Lo hicieron mal, ejercitaron esa vieja historia tan española de enfrentarse entre ellos. Lo decía Ángel González, la historia de España, como la morcilla, se hace con sangre, se repite.
Gracias a los editores que nos permiten leer a perdidos y olvidados como Ciro Bayo.