
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Es más fácil odiar en tiempos de imposición del buenismo navideño. Yo creo que hasta el bueno de Machado sabía odiar noches y días como éstos. Con la tontería iluminada de un mundo supuestamente feliz, con los empalagos en forma de villancicos y con los empalagos en general en forma de comida, bebida, compañeros, familia y otros animales. Por eso, y por cosas que no debo decir y no diré, recomiendo alimentar un poco más el odio. Se que algunos lo tienen muy difícil, ya son odiosos, odiadotes y odiados gran parte del año, pero otros quizá con un buen consejo, un libro adecuado o un amigo generoso lo pueda mejorar.
He leído el breve texto de William Hazlitt, casi un desconocido entre nosotros pero muy admirado por algunos tan queridos como Stevenson, Thomas de Quincey o Charles Lamb. Y también rechazado, odiado y negado por muchos de sus contemporáneos. Demasiado libre, demasiado listo, demasiado independiente. El texto breve se llama "El placer de odiar". Publicado en la pequeña editorial barcelonesa "Nortesur" y acompañado por otros textos, también breves y sagaces, de Hazlitt que hablan sobre la moda o sobre el por qué de nuestro gusto por los objetos distantes.
Antes de conocer, de leer a Hazlitt dormí en su casa de Londres. En pleno Soho, al lado de mi lugar de un mítico lugar del jazz londinense, está la casa en que habitó Hazlitt. La casa de sus años de esplendor porque por el prefacio de Jordi Doce nos enteramos de sus caída en desgracia, en olvido y pobreza. No es fácil ser lúcido. Y "odiar, por encima de todo la pedantería, las jergas abstrusas o herméticas, la pretensión de cualquier índole o lo que él llama con repugnancia obsesiva cant, la afectación, el fingimiento de lo que no se es o no se piensa". Antes de todo eso tenía una hermosa casa burguesa que ahora es hotel. Un precioso pequeño hotel que lleva su nombre y que guarda algo de la atmósfera de éstos ilustrados de los años de esplendor. Por cierto, mucho le gustaba a Hazliit- y a muchos cinéfilos, rebeldes con o sin causa- ese poema de Wordsworth : "devolvernos la hora / del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores"
También odio a los que no nos devuelven esa hora.
Y copio, para los que aman y para los que odian, algunas líneas de Hazliit. ¡Qué pena que "su hotel" sea más bien caro! Odio a los pudientes que no se merecen estar en su casa.
"La naturaleza, cuanto más la observamos, hecha de aversiones: sin nada que odiar, perderíamos el auténtico resorte del pensamiento y de la acción. La vida se convertiría en una charca de aguan estancada si no la agitaran los intereses opuestos y las pasiones irrefrenables de los hombres…Lo cierto es que en la mente humana existe una atracción secreta, un ansía de maldad que encuentra un deleite perverso, y a la vez gozoso, en la fechoría pues es una fuente inagotable de satisfacciones. La bondad absoluta no tarda en volverse insípida, carente de variedad y brío. El sufrimiento es agridulce, y no sacia nunca. El amor se convierte, con un poco de indulgencia, en indiferencia o en hastío: únicamente el odio es inmortal"
Tengo que hacer llegar el texto completo a mi amigo Lorenzo Díaz que sabe odiar mucho y bien. Hemos tenido años de varios odios compartidos. Los amores eran otra cosa.