
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Hace unos días recibí un libro de ediciones Siruela escrito por Jesús Marchamalo: "44 Escritores de la literatura universal", unos curiosos textos biográficos sobre imprescindibles de la literatura universal que continúa otro que ya había dedicado a los escritores en español. Como aquél está acompañado de los retratos, cariñosas y certeras caricaturas, del pintor Damián Flores.
Hace tiempo, varias décadas, que nos conozco a Marchamalo. Y desde entonces conozco su pasión libresca. Era un joven con gafas y sonrisa, con prisas y tranquilidad, pulcro y curioso representante de esa tribu que conocíamos como "letraheridos". Habíamos coincidido en esquinas de Radio Nacional, ese mastodonte comunicativo que sigue sin conseguir lo que esperábamos, lo que nos merecíamos, nos seguimos mereciendo. Seguimos cada uno por su sitio, por nuestro sitio, en vidas paralelas y nos hemos ido encontrando en cosas de letras, de escritores y de escritos seguido sus colaboraciones en el cultural de ABC, una isla tan nuestra, tan visitada, tan necesaria.
Y abrí su libro, sus paseos por algunos de los imprescindibles de la literatura universal. Lo recomiendo vivamente. No hay nada nuevo en este acercamiento, pero todo en su mirada es nuevo, subjetivo, interesante y notable por sus formas y su curiosidad.
Un ejemplo, así comienza su "retrato" de Thomas Mann:
"Tuvo una predilección, obsesiva, por los números redondos. Una vocación secreta de contable, de brujo o cabalista, que le hacía cuadrar fechas y efemérides. Nacido en 1875, veinticinco años- exactos- más tarde publicó "Los Buddenbrook" y veinticinco años después "La montaña mágica". Así que en 1950, según sus cuentas le tocaba morirse. Se equivocó.
Quiso ser, de pequeño, pastelero o revisor de tranvías, aunque no le habría ido mal de actor: no había cosa que más le divirtiera que salir de su casa fingiendo ser un príncipe, un banquero, un explorador de lejanas aventuras: el paso decidido, el juego acompasado del bastón, la mirada altiva…"
Dan muchas ganas de seguir sus vidas. Y, sobre todo, sus obras. Un libro lúcido e inteligente para hacer lectores.
Otro día tengo que hablar de otro escrito sobre escritores. También con retratos pintados, caricaturizados. Es del maestro Manuel Vicent, tan cercano, tan lúcido y poco profesoral. Raras virtudes por estos pagos.