Javier Rioyo
Leyendo el magnífico viaje por China de Gabi Martínez, Los mares de Wang, entiendo aquello de "esto es un cuento chino", frase ahora en decadencia pero que usábamos mucho cuando no nos creíamos algo. Siempre he pensado que hay que saber mentir. Y para saber mentir hay que tener cualidades y no viene nada mal tener práctica. No se hace uno mentiroso en un día. Ni en un curso rápido. Saber mentir es un arte antiguo, una dedicación que no se preocupa de aparentar nobleza. La mentira no será noble pero debe ser inteligente.
Cuenta Gabi Martínez que los chinos son el pueblo que mejor miente, el que más orgulloso está de su capacidad para engañar, para mentir no por mentir sino con voluntad de prosperar."Engañar para prosperar", un lema que me parece admirable.
Siempre he sido un mentiroso vocacional. No se si un gran mentiroso pero al menos lo he intentado. Me he pasado una no corta vida contando mentiras. He practicado bastante y sigo en ello. Y, de alguna manera, vivo de ello. Vivo de mis mentiras. De la mentira de las mentiras. Hermana pequeña y menos pretenciosa de la verdad de las mentiras de Vargas Llosa y los grandes mentirosos. Los pequeños no pretendemos la verdad.
Mentiroso de vocación. No hay que descubrirse pero tampoco hay que ocultarse. No hace falta reivindicarnos, somos mentirosos porque hemos querido ser así. Yo me recuerdo mentiroso desde pequeño. Y recuerdo el placer que proporcionaba hacer pasar una mentira como si fuera una verdad. ¡El insoportable prestigio de la verdad!
Los mentirosos tenemos poca fe, en eso no mentimos. El sagaz, certero y descreído de Paul Valéry escribió: "La fe es un vigor que se toma por una verdad". Pues eso, la verdad para los que tengan fe. Yo con los chinos. Con esos que consideran que para ser un héroe no hay que correr riesgos. Con esos que llevan siglos practicando el engaño sistemático y el arte de la mentira.
Escribe Gabi Martínez: "China ha dado gente muy capaz de driblar reglas, en cierto modo porque adoran los inventos y el juego, los desafíos en fin." También destaca otra gran cualidad de este pueblo tan simulador, una característica que también admiro y a la que tanto debe nuestra literatura: la picardía, la picaresca. También son maestros en ese disimulo, ese engaño de sentidos y sentimientos que usan los pícaros.
Tengo que escaparme a China. Vivir experiencias entre chinos esos olímpicos campeones de la mentira. Hay que ser mentiroso para todavía considerarse un país comunista. Unos genios. Una suerte de triunfo de la poesía sobre la realidad.