Javier Rioyo
No he tenido mucho tiempo para leer con detenimiento la llamada Ley de Memoria Histórica. Sin matices, me alegro de que exista, de que salga adelante desde las instituciones. Me alegro que en el mismo día la Conferencia Episcopal anuncie la beatificación de centenares de “mártires” de eso que ellos llaman cruzada. Me alegro porque así -como casi siempre- muestran su verdadera cara. Ellos son los que desde hace décadas, desde el año 39 del siglo pasado, siguen manteniendo en sus templos esa lista de los “caídos por Dios y por España”. Nos ofenden, nos insultan, nos expulsan de sus templos aunque hace mucho tiempo que ya no nos pueden expulsar. Me gusta que se muestren como son. Al menos como son institucionalmente. Creo que no es sólo su rostro oficial, pienso que la perversión está instalada en un lugar más profundo. Así son, así nos parecen. Nada espero de ellos.
Me tocó vivir ese día en Valencia, en el día en que se celebra, se exalta, se festeja con cohetes, tracas, misas, cantos y rezos el ser una comunidad. Ser valencianos. Tuve que escuchar gritos fascistas, afirmaciones de un nacionalismo que se afirmaba contra lo catalán- y en algún caso contra lo español- y también, sin participación institucional, sé que por la tarde se celebró pertenecer a una gran cultura que es la de expresión catalana. Unos sacaban en procesión a sus vírgenes, sus mártires, sus cánticos y sus banderas. Rezaban y expulsaban.
Otros recordaban a Joanot Martorell o a Joan Fuster. Yo acababa de visitar la exposición de un “moderno” valenciano que estuvo por otros caminos estéticos y en otros tiempos históricos. La exposición del artista, pintor, cartelista, recalentador del arte del fotomontaje, abuelo del pop español, comunista y cosmopolita y realmente moderno más allá de su ideología y sus fobias. Se llamó Josep Renal. Muchos que vinieron después saben las deudas que con él tienen. Además es Renal actor principal para reconstruir la mejor memoria de nuestro arte en la República y en la Guerra Civil.
Memoria de nuestros modernos artistas plásticos. Memoria de nuestro pasado. Y si hablamos de modernidad plástica -por no escaparnos del mundo creativo de Renau- tendríamos que recordar que al lado de algunos de los más grandes artistas que estuvieron en el lado republicano: Picasso, Julio González, Miró, Alberto, Solana, Gaya- no fueron pocos los que en tiempos de guerra estuvieron con los rebeldes franquistas, con las llamadas derechas. Por centrarnos en los modernos recordaremos a Cossio, Ponce de León, Sáenz de Tejada, Vázquez Díaz, Palencia, Cabanas, Adriano del Valle, Lahuerta, Olasagasti, Legarde o los curiosos casos de Dalí o Pepe Caballero.
Sí, no viene mal tener un poco de memoria histórica. Nada que ver con los cánticos, los himnos, los rezos o los gritos que todo lo ignoran, lo ocultan y lo manipulan. No creo en las leyes como solución a las carencias, pero tampoco creo en las naciones sin ley. Tengo memoria. No me importa saber. No me cuesta creer en cosas, descreer en tantas otras.