Javier Rioyo
En Oviedo, en el lugar del crimen. Quiero decir en el lugar donde el jurado del Príncipe de Asturias de las Letras acertó, creo por casualidad, involuntariamente y porque les daba "miedo" que el ciudadano marroquí, y serio escritor español, Juan Goytisolo fuera inconveniente ante los príncipes. Sean cuales sean las razones, han conseguido complacer a muchos amantes de la literatura premiando a una de las mejores. Ayer hablábamos de la imprescindible Wolf. Hoy nos rendimos ante la sutil ironía, la inteligencia, la ligereza aguda y la capacidad de hacernos reír, de emocionarnos también que tiene la canadiense Margaret Atwood. Condenada, como Vargas Llosa, a todas las candidaturas del Premio Nobel. Ya no hay quién le arrebate su merecido Premio Príncipe de Asturias. Que sirva para ampliar su reducido número de lectores en español.
La misma tarde, el editor asturiano de KRK, una de esas pequeñas grandes editoriales de nuestro país. Una editorial que merece que otro día nos detengamos en su catálogo, me hizo llegar un libro que estaba casi olvidado hace casi diez años. Una delicia, un divertimento literario que hace muy placentero mi viaje de regreso. Gracias.
Para que los que no sepan de qué hablamos les invitaré a unas líneas. Unas dedicadas al modo de fabricar un hombre. Cómo hacer un hombre. Unos cuantos consejos útiles para que muchas mujeres se den cuenta de lo útil que es tener "uno por la casa, bien en el jardín con aspecto ocupado, o parapetado en una silla, prono o erecto. ¡Elija el acabado a tono con la tapicería".
De entre los varios métodos que propone fijémonos en el más tradicional:
"Coja barro del suelo. Déle forma. Insúflele por la nariz el aliento de vida.¡Sencillo, pero eficaz!
(Obsérvese que aunque los hombres se hacen con barro, las mujeres se hacen de costillas. ¡Recuérdelo en la próxima barbacoa!)
¿Debe ponerle ombligo a su hombre o no? Las expertas en el método tradicional no se ponen de acuerdo. A nosotras nos gusta incluirlo, nos parece que añade un detalle al acabado final. Use el pulgar"
Me gusta esta manera tan inteligente que Atwood tiene de acariciarnos los ojos.