Javier Rioyo
Dos días y unas horas en un hospital, no es mucho, pero despista bastante. Por eso mi ausencia unos días, aunque a muchos no les importe, ni otros lo hayan notado, lo cuento a modo de disculpa para los que sí hubieran echado de menos estas comunicaciones. Si los hubiera. Estoy escribiendo con una sola mano, está claro que eso no me acerca a Cervantes, ni a Valle, pero, eso sí, me fastidia, me jode y me inutiliza bastante. Yo ya era lento y esto lo mejora, pero tampoco me hace más preciso. Tendré que escribir más corto, aunque sé muy bien que nunca seré Monterroso. En fin, al menos pretendo ser útil con mis dos recomendaciones de libros para leer en hospital, sin hospital, con habitación propia o sin habitación. También doy fe de que se pueden leer con una sola mano…pero, ¡ay!, que nadie piense en ninguna joya de literatura erótica.
El primer libro, una novela, se llama Y qué amor no cambia, de Giorgio Todde. A pesar del título no es un libro de autoayuda, ni una novelita de Susana Tamaro, ni nada blando o cursi. Es una novela policíaca, negra, una más de las protagonizadas por un peculiar protagonista, el médico embalsamador de Cagliari llamado Efisio Marini. Una lectura para mirarnos fría pero apasionadamente desde nuestros intestinos y un poco más profundamente. Una buena novela de un escritor poco complaciente. Somos carne en espera de embalsamador. La publica Siruela.
La otra es una de esas joyas literarias que hemos leído tantas veces citada que, descuidadamente ya creíamos conocer. Como aquel viejo chiste sobre las veces que habíamos estado en New York. Pues no, no había leído esa delicia de inteligencia y eficacia, ese libro imprescindible para viajeros y estables que es Viaje alrededor de mi habitación de Xavier de Maestre, lo escribió detenido en Turín, detenido por combatir con los sardos -¡me alegro de estar tan sardo, hermosa isla, hermosas gentes!- este peleón conservador, este escritor que sigue tan vigente después de más de dos siglos. Que buen viaje por un cuartucho, libres de la inquieta envidia de los hombres e independiente de la fortuna. Lo publica la editorial Funambulista en su colección de Grandes Clásicos. No defrauda.
Y para terminar otra recomendación que yo no había previsto. En el hospital madrileño y público, en el que los medios técnicos y el elemento humano son de excelencia, te puedes encontrar por falta de camas durmiendo o intentándolo, al lado de un enfermo nervioso. Tan nervioso que tuvieron que atar. Un heroinómano con un agudo mono que nunca debió estar allí. Que sufrió y nos hizo sufrir. Y recordé el esclarecedor y excelente libro, también publicado por una de esas pequeñas/grandes editoriales, Melusina, El siglo de la heroína, la droga que dominó y alarmó al siglo XX y que, todavía se mueve por caminos marginales. Es decir entre nuestros vecinos que no queremos ni ver, ni hablar… Pero esa es otra historia.