Javier Rioyo
No es una trama de Stieg Larsson. No estamos en Suecia. No leemos las noticias sobre negocios y negociantes sucios en Millennium. Tampoco tenemos la suerte de tener una investigadora tan peculiar como la joven Salander, fascinante con sus piercings y sus tatuajes. Nada de eso nos hace falta para trasladar historias de corrupciones, negocios sucios, falsa moralidad, mentiras, robos, amenazas y seguramente otros delitos mayores, otras turbiedades para las que vendrían muy bien investigadores como los que inventó Larsson.
En la portada de El País de ayer: "Manos Limpias", ese turbio sindicato de orígenes poco claros, de procedencia de extrema derecha, ese que desde hace más de una década presenta denuncias judiciales por corrupciones o malas prácticas, es el mismo que está imputado en planes urbanísticos, comisiones ilegales, extorsiones y otros escándalos.
Por poca memoria que se tenga, por poco politizados que seamos, por mucho escepticismo que se nos haya instalado en nuestras vidas, en nuestros pensamientos, ¿cómo podríamos fiarnos de un secretario general de un falso sindicato que haya militado en Fuerza Nueva?
Fuerza Nueva, representó lo más oscuro de las oscuridades del franquismo. Defensores de los asesinos fascistas, racistas, de estricta moralidad ultra católica, de doble moral como comprobamos por sus realidades, de manifiesta incultura, de violencia, de falta de ética, de intenciones y realidades corruptas. Esos "patriotas" son los llamados "Manos limpias". Por favor, que venga la joven Salander. Que mire en sus ordenadores, que escuche sus conversaciones, que desenmascare- un poco más- a estos tipos de negritudes. No de ficción. Sino una parte de la verdadera novela negra de nuestra realidad. Después hablamos de crisis. Antes atrapemos a los corruptos. Que lean novela negra, pero en la cárcel. Nunca me fío de los que presumen de manos limpias.