Javier Rioyo
Fui a Nantes con una misión. Y pude cumplirla. Es una buena manera de visitar, o de regresar, a ciudades que ya conoces. Una excusa para volver a formas de ciudades que estimas. Los que hayan seguido los paseos, y paradas, de estos años ya saben de cariños, y algunos lugares comunes a los que me gusta volver. Hay ciudades para disfrutar, y de vez en cuando compartir. Un lugar común en mi vida es Nantes. Hace más de treinta años la conocí y me sigue sorprendiendo. Primero fui por placer, segundo por trabajo y nunca por rencor. Esa forma de villa, como dice mi admirado Julien Gracg, me gusta y me despista. Todavía es un placer perderse por una ciudad que creías conocer. Hay días, y noches, que se dan la vuelta los mapas de mis ciudades y me encuentro otra vez en ellas despistado y volviendo a ser el viajero que necesita ayuda.
La ciudad es humana, no deslumbrante monumental, con su pasado lleno de esclavos, de explotación y negocios sucios- como algunas de las mejores ciudades de occidente- y sus comercios de decorado de película francesa. Jardines, mercados, plazas y barrios reconstruidos después de los bombardeos nazis, chocolaterías, lugares de jazz y discotecas infernales, pasajes comerciales, teatro de la ópera, nueva cocina y restaurantes centenarios, bolsa, vieja prisión, librerías, anticuarios, palacio de Justicia, palacios sin justicia, un rascacielos, varias iglesias, catedral, tranvía, río, jardines, parques, el castillo de los duques bretones y un elefante en el que los niños y mayores parecen lectores de Verne. En fin, una ciudad francesa con la memoria de su vieja aristocracia, con su orgullo de revolución burguesa y con la vitalidad de haber dado más importancia a la inversión cultural que a otras inversiones. Un ejemplo. Una rareza.
Para mí, desde hace casi veinte años es la ciudad del Festival de Cine Español, por la gracia de su directora, su creadora, Pilar Martínez, sigo visitándolo cada poco tiempo, Con película, con rodaje- mi segunda película partió del conocimiento de unos brigadistas de Nantes- con la excusa de ser jurado. Este año he sido jurado. He cumplido mi misión. Hemos premiado a la mejor. De vez en cuando esa "justicia poética". Tengo que guardar el secreto hasta el próximo sábado. Lo intentaré. Pero estoy deseando contar esa película. Ha merecido la pena.
Siempre merece la pena pasear por la ciudad de Julio Verne, no hace falta conocer su museo. Pero para mí, además de una de las ciudades de Gracg, es la ciudad dónde creció Jules Vallés. Todavía me sigue emocionando el espíritu insurgente de aquél escritor ácrata y libre. De infancia dura y juventud rebelde. Los que quieran que vuelvan a sus libros. Volveré a Nantes. No seré insurgente pero lo intento entre ostras y buen vino.