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Blogs de autor

Jugar, ganar, tal vez perder

Por 21 de febrero de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

El texto de Unamuno tan crítico con los jugadores, con los que nos entretenemos con el azar, con los tontos que cambiamos cartoncitos porque no tenemos ideas, con los que damos golpes a las bolas en un tapete verde y con los que hacemos apuestas en los caballos, en la lotería, la ruleta o las quinielas, me hizo sentirme tan pequeño intelectualmente que empecé a dudar también del ajedrez. Es posible que el ajedrez sea más que un juego, pero quizá menos que un estudio. Y sigue diciendo el sobrio, pesado, listo, duro y algo tramposo de Unamuno que  "es cierto que el ajedrez desarrolla la atención…para el ajedrez…como las carreras de caballos, que desarrollan la cría de caballos…de carrera y los juegos florales que promueven el cultivo de la poesía…jocoso-floral".

¡Ya no nos queda ni Unamuno!…Yo prefiero los escritores, los pensadores, los seres humanos más abiertos a las contradicciones. No me creo a los profesores severos, moralistas y seguros. Me gustan muchas cosas de Unamuno, versos, pensamientos, viajes españoles y quijotescos, nivolas, pero no soporto su severidad de comportamiento. Y no me la creo.

Recuerdo que su amigo, gran escritor y excelente novelista, Leopoldo Alas Clarín, era un buen jugador de billar. Aunque muchas veces se arrepintiera de su adicción al juego por perder mucho dinero que burlaba de sus obligaciones familiares. Esa imagen tan desconocida del Clarín jugador, billarista y cercano al mundo de la "golfemia" es uno de los retratos que prefiero del gran escritor. Me gustan con pecados, con imperfecciones, con capacidad de jugar, de ganar y de perder…aunque sea el tiempo en un tablero.

No hay vidas ejemplares. Y si las hubiera que se vayan a tomar por el santoral.

Pensar en la jugarreta, el secuestro, el robo que lo peor de España, los tramposos falangistas, los ladrones de cadáveres y algunos asesinos del franquismo hicieron con la muerte y el entierro de Unamuno, me enternece con él y me irrita con los otros. Es mejor quedarse con ese intelectual que también tuvo contradicciones aunque no fuera capaz de jugar como nosotros, los tontos.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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