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¿HAY QUE SEGUIR COMPRANDO LIBROS?

Por 12 de enero de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Yo sigo comprando libros. Otros, muchos, me llegan sin tener que comprarlos. Es algo parecido a una enfermedad. Una vieja enfermedad que convive conmigo hace ya muchos años. Una enfermedad que de momento, y por los síntomas, no parece tener cura. Algunos seguimos aumentando la biblioteca, contra el espacio, contra el tiempo y contra la realidad. Ya tenemos, hace mucho, muchos más libros de los que nunca podremos leer. Y sin embargo seguimos comprando. Seguimos acumulando la posibilidad de lecturas. Conozco algunos escritores que supieron terminar con esa enfermedad, con el viejo rito de acumular libros, de construir una biblioteca que no tiene fin. Por ejemplo, Manuel de Lope, apenas tiene en casa unos centenares de libros. Dice que no le hacen falta. Incluso para algún dato, para alguna consulta, ni acude a internet ni espera encontrar la solución en su casi inexistente biblioteca. Llama a un amigo que, ese sí, tiene el viejo vicio de guardar los libros y además saber usarlos. De Lope, compra y pide un libro, lo termina y prescinde de su presencia. Él es así.

Vargas Llosa, sí era partidario de tener una amplia biblioteca. Al menos lo era de joven. Creo que ahora mantiene que con tener dos mil libros ya puedes dar por satisfecho tu afán por tener lo esencial. Dicen que Gabriel García Márquez era poco partidario de conservar los libros, de hacer una gran biblioteca y que incluso le gustaba mostrar un cierto desapego al libro. Si su mujer y él estaban leyendo el mismo libro, no le importaba cortar las hojas para que su mujer pudiera seguir leyendo casi al tiempo. Yo creo que ahora cuidará más los libros. Tendrá una biblioteca de libros completos.

Bryce Echenique, en uno de sus traslados de casa, de ciudad o de las dos cosas, decidió no abrir las cajas de los libros trasladados. Ahí los dejó, encajados, escondidos, hasta que un día decidió regalarlos. Huir de su tentación. También prohibió a las editoriales que le mandaran libros a casa. Tiene los que compra o los que no puede evitar que le regalen los amigos, conocidos o saludados. ¡Otra lacra!

El que tenía bastantes libros, revistas, fotos y otros fetiches culturales era Guillermo Cabrera Infante. Al menos así le pareció a su amigo el actor, Alan García. Cuando una vez estuvo en la casa londinense de Guillermo, preguntó eso que muchas veces te preguntan algunos que se cuelan en tu biblioteca: ¡Cuántos libros! ¿Los has leído todos? Cuando su querido amigo también le hizo esa pregunta, Guillermo se quedó unos segundos en silencio, pero terminó contestando: solamente una vez.

Canetti, como tantos, se murió sin haber leído la mayor parte de los libros que su biblioteca contenía. Pero no dejó de comprar hasta el último día, siempre tenía la esperanza de leerlos algún día.

¿Y que pasa  con nuestros libros? ¿Los quieren como nosotros los quisimos nuestros herederos? Pues no es lo más normal. Lo normal de esas bibliotecas que son parte de la vida de las personas, de esos espacios que tanta información da de nosotros, acabe en algún saldo, en algún librero de viejo. Ese es un digno destino. Los hay peores, los hay vendidos al peso. Incluso expulsados sin misericordia del lugar que ocuparon en nuestras vida.

Esto se me estaba ocurriendo cuando quería reflexionar sobre un texto que he leído hace poco: Contra el ignorante que compraba muchos libros, un rescatado texto de Luciano por el editor, librero y bibliófilo Chus Visor, traducido del griego por Manuela García Valdés. De ese libro hablaré el lunes. Ahora me voy a poner orden, a buscar espacio a los libros que han llegado en estos días.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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