
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Comprobado el feliz efecto del soneto "corto"- no pienso explicar las bromas, ni siquiera las torpes- de Shakespeare en abadesas, novicias y otras mozuelas y mozuelos locos, me dieron ganas de otros poemas, romances o canciones que tienen esa cualidad de clásicos. Uno de los más oscuros y claros, de sombras y luces, de nuestra poesía fue el gran Góngora. Desde hace días vuelvo a cantar algunos de sus romances, de sus letrillas. Gracias al muy querido cantor, al que mejor hizo que nuestra poesía fuera canción popular, Paco Ibáñez.
Algunos de sus poemas llegaron hasta el rock, esa música que el cantautor tanto desprecia. Siempre vuelvo a Paco Ibáñez, aunque en mi caso no pueda negar el rock sino todo lo contrario. Nací con el rock, ¡respetadme!
Y me gustaría que los lectores de poesía, en especial las mozas que tienen que soportar las ataduras de abadesas, que no dejen que se nos vaya la pascua.
Hay varias invitaciones cantadas a la feliz escapada de nuestras severidades. Hay, también, uno de los más hermosos poemas de nuestra lengua, esa maravilla dónde el poeta hace la transfusión de hablar desde dentro del niño que un día fue. Como es un poco largo para éstos espacios- todos lo pueden buscar, sólo recordaré el final:
"…jugaremos cañas
junto a la plazuela,
por que Barbolilla
salga acá y nos vea;
Bárbola, la hija
de la panadera, l
la que suele darme
tortas con manteca,
porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta"
El serio cordobés no era tan serio. El que quiera saber más de algunas de sus aficiones que busque. En mi libro sobre la "mala vida" también puede encontrar algunas de sus aficiones a los garitos y otros peligros nocturnos.
Ya puesto puedo copiar otro de los poemas cantados por Paco Ibáñez en este disco dedicado a los poetas andaluces.
"¿QUIÉN QUIERE UN JUGUETE?
Yo lo vendo por travieso/ y no porque a nadie ofende:
es alegre y juguetón / y por las niñas se pierde;
niñas, guardaos de enojarle/ que mira que si arremete,
os podrías ver un buen día/ jugando con el juguete.
Que ni hiere, ni mata, ni pica, ni muerde.
Es alegre a todas horas / y amanece o no amanece;
hay vecina que daría / cuanto tiene por tenerle
porque le conoce ya/ y a fe que son más de siete
las noches que por pecar/ ha amanecido a la muerte.
Que ni hiere, ni mata, ni pica, ni muerde…"