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Españoles en Pekín

Por 31 de agosto de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

 

 

 

No se cuántos son pero se que cada vez serán más. El país, la ciudad tienen una atracción que supera casi todos los controles emocionales, vitales, de expectativas y de posibilidades. Es el futuro vivido día a día. Un futuro lleno de contradicciones. Un mundo que resume lo mejor y lo peor de una humanidad de caminos inciertos. Cuando hablo de los españoles en Pekín no hablo de los turistas que visitan sus templos, sus mercados, los lugares de los emperadores- desde Qin Shi a Mao Zedong- o de los que compran los iconos supervivientes, copias generalmente, de la barbarie de la revolución cultural o se sorprenden con ésta ciudad inabarcable que cambia cada día. Hablo de otros que viven y aman a ésta ciudad que ya casi no se sabe de dónde viene y mucho menos a dónde va. Tengo que reposar mis asombros, mis sorpresas para poder contar más cosas del paisaje y el paisanaje. Quiero hablar, sobre todo, de una española en Pekín. Un modelo de seducida por éste mundo, esta cultura, esta ciudad.

Llegó hace casi tres décadas para estudiar ese idioma tan hermoso e impenetrable para la mayoría. Lo dominó, lo hizo suyo, como hizo suyas otras muchas cosas del país. Se enamoró. Se asustó y autoexilio en los días negros de Tianamen. Y regresó. Estaba deseando regresar ésta profesora y profunda conocedora de una de las más apasionantes ciudades del mundo. Se llama Inma González Puy, hoy es la directora del Instituto Cervantes. Y es una curiosa impenitente y nada impertinente. Su carácter, su forma de estar en el mundo tiene mucho de reconocible para nosotros españoles de esa generación. Pero tiene otro lado tranquilo que debe venir de su ser voluntariamente china pequinesa. Sin dejar de ser esa chica de Barcelona.

Ha publicado, en connivencia con la Embajada de España y unos cuántos colegas, la más útil de las guías prácticas para moverse en esta ciudad moderna, premoderna, antigua y llena de futuro. No falla en las recomendaciones. Aviso para viajeros y estables.

Todo esto viene a cuento por mi gran sorpresa, por haberme hecho meditar en la capacidad de cambiar, de ser otros, de dejar atrás algo que parece una de esa esencias que nos marcan de por vida. ¡Podemos abandonar nuestra comida! Incluso siendo españoles y catalanes. Eso es negar una de las frases que más me gustan de Julio Camba: "Es más fácil cambiar de religión que de gustos culinarios".

Siempre me pareció una verdad fundamental. Ahora también dudo de eso. Vivan las dudas. Todo sucedió la otra noche, en una de esas cenas chinas llenas de sorpresas- eso sí, con vino occidental- en uno de esos posibles festines a precios tan razonables que uno puede hacer en Pekín. Al lado de la alabanza de la comida China, surgió el tema de seguir unidos, enganchados, casi fatalmente a los sabores de la cocina dónde crecimos. Inma, sin hacer ninguna ostentación, nos aseguró que ella quería vivir siempre en China, sin perder raíces ni contactos con España, pero que ya no podía resistir alejarse mucho de su voluntaria patria "porque echo de menos su cocina".

Es el primer caso que conozco que niega la máxima de Camba. Puede uno no haber cambiado de religión- muchos no cambiamos porque no tenemos- pero sí haber cambiado de gustos culinarios. Esa es una patria esencial. Somos lo que comemos, por eso- y algunas razones más- algunos seguimos siendo fatalmente españoles. Inma, la española en Pekín, ya es otra cosa. Es una española que cuando está en su país echa de menos esa otra verdadera patria que es la cocina China.

Nos quedan  más cosas que la comida. Pero sin la comida nuestro desintegrado país desaparecería. ¿Podré dejar español gracias a la comida China?

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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