
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Rioyo
Quizá descubrir a algunos lectores de Estados Unidos el nombre de Richard Yates es descubrirles el Mediterráneo. Fue un escritor de éxito en los años 60. Prestigiado, leído y quizá demasiado pronto olvidado. Y aquí creo que no nos enteramos del éxito ni del olvido de Yates, nunca existió. Ahora, gracias al cine, a una hermosa y dura película, hemos leído esa novela, tierna y dura sobre nuestros deterioros amorosos.
Los que hayan visto la película de Sam Mendes, con esa inmejorable Kate Wintsley a la que volveremos porque viene con otra película, y con otra novela excelente, El lector.
Lo que pretendo con este acercamiento a las emociones que sin duda están en la película que no se conformen con eso, que acudan a la novela, que comprueben que todavía nos quedan historias que leer, escritores que descubrir, aunque estuviera aparentemente tan fácil descubrirlos.
Era un escritor de culto y ojalá, por los oscar, por el cine, por la pareja de intérpretes o por lo que sea, se acerquen los valientes a éste libro que tan nervioso nos pone porque habla de nosotros. De nuestros amores, olvidos, desamores, tristezas y dificultades para querer y que nos quieran. Nuestra manía de ocultarnos lo más importante. No es para unas risas de un fin de semana. Es para tropezarnos con un espejo que nos enseña una imagen a la que no queremos enfrentarnos.
Cuando estaba de moda no contar historias en la novela, cuando estábamos en Europa liados con los experimentos de los nuevos, y hoy tan viejos, nuevos narradores, algunos desde USA estaban dando una lección de saber contar una emoción. Aunque sea tan triste si la leen se alegrarán. Que la película no les robe una novela. Se llama Vía Revolucionaria, una carretera que lleva a un lugar en el que no queremos estar.