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DESCREÍDO/ INGENUO

Por 28 de mayo de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Le extrañaba, le parecía imposible al amigo Grifo -¡cada uno se llama como quiere!- que yo hubiera sido en años veinteañeros a la vez descreído e ingenuo. Como dudo de tantas cosas me puse a dudar si efectivamente fui así. Además me hizo reflexionar sobre si se podían ser esas dos cosas a la vez. Así me recordaba, así fui y, ¡oh, sorpresa!, así me sigo viendo. Algunos seres humanos evolucionamos poco, tirando a nada. Recuerdo que me sentí mayor a esa edad, que era la edad en que convencionalmente se llegaba a la mayoría de edad, los veintiún años. Cuando digo mayor, quiero decir que sentí que yo no cambiaría mucho a partir de ese año, de aquél verano. Me pilló en un viaje, siempre me gustó estar en fuga, en el norte de Túnez, huyendo de Argelia y en una noche concreta muy cerca del Cabo Blanco. Desde aquella noche fui mayor. Me crecieron los descreimientos y me siguió acompañando una cierta ingenuidad.

No he dejado de ser aquel escéptico, ese descreído más o menos simulador y amable -uno tiene que supervivir con muchos disimulos- ni me abandona una cierta ingenuidad, que debe estar unida a un optimismo moderado por la realidad. Quizá es una voluntad de no dejar que la realidad te derrote con su tozudez. Ayer, sin ir más lejos, comprobé una vez más esa doble condición que me sigue acompañando. No creía nada, o más bien poco, en los que me disponía a votar. Mi escepticismo, más alguna información, me hacía ver que la cosa no estaba bien. Que esos candidatos no eran los mejores para ilusionar a casi nadie, menos a un escéptico. Pero aún así, con mi escepticismo a cuestas, a votos, me dirigí para cumplir el rito ciudadano. No siempre lo hice. Tuvieron que avanzar mucho los años 80 para creer que el voto, mi voto, debería servir para elegir o negar a esos candidatos que me gustan entre un poco y nada. Fui, voté, pensé que podía valer para algo, que muchos escépticos como yo harían lo mismo, que podíamos burlar a los sondeos… una ingenuidad. Sólo acudimos los escépticos mayores. Los otros, los jóvenes, los que hacen añicos cualquier sondeo, esos pasearon su escepticismo por caminos alejados del voto. No son tan ingenuos.

Volveré a ser ingenuo. Volveré a votar en las próximas. Aunque tenga que volver a perder. Todavía sigo siendo aquél ingenuo escéptico. Pero, eso sí, me sigo considerando un descreído. ¿Seré ingenuo?

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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