Javier Rioyo
No debería, lo sé. De pequeño tenía la tendencia de no obedecer. Mejor dicho, de aparentar. Mentir, engañar, disimular, lo que fuera para ser yo. Soy distinto, y soy el mismo. Fui otro, me parezco. Me molestan los soberbios, los pedantes y los mal educados. También otros tipos de ignorancia. Y otras cobardías. Tuve la fortuna de conocer a un escritor que supo crear su mundo y su vida entre libros, bichos, montes y verdades. Aquí copio de su original un texto que dedico sin tener que señalar. Me gustaría que fuera mío. Lo fue, lo es, lo será. Creo que no le importaría mi manera de hacer mío lo suyo. Él nos regaló durante muchos años, mucho.
“Nadie sabe nada de nadie. Morimos inéditos. Tanto como llevo dicho de mí, por palabras y obras, y me quedo pasmado diariamente ante la incomprensión de los más allegados. Ha sido inútil y vano todo mi esfuerzo para ser transparente a los ojos del mundo. Los sambenitos que los enemigos me han colgado han modelado una imagen mía a la que ningún mentís ha conseguido ayudar. He terminado siendo, no el poeta que realmente soy, sino el monstruo que han inventado de mí.”
Ni soy poeta. Ni me importan las invenciones de los que me importan. Las otras, sencillamente, son basura y tedio. Perdón por el aburrimiento ante algunas cosas. Y gracias por tantas otras.