Javier Rioyo
"La derrota ya tiene suficientes
enamorados. Este
día feliz del centro del verano
les plantearemos cara"
Esos versos del poeta Juan Antonio González Iglesias marcaron mi inicio de espectador de los juegos que acaban de terminar. Estoy con la melancolía del día después. No me gustan las ceremonias. Mucho menos las de clausura. Las mañanas del final del verano- ya no son las del "centro del verano" del poema- siguen teniendo sentido pero no es lo mismo. Ya no ordena nuestro tiempo, nuestras emociones la cita con estos hombres y mujeres que durante unos días, en unos segundos o en unas horas, nos permiten participar en una fiesta global, en una gloria antigua que viene de Grecia, de cuándo fuimos paganos. Se terminaron los días olímpicos. Se termina madrugar para ser el que mira el juego. Habrá que esperar unos años para volver a la cita con ese lugar dónde los hombres aplauden a los raros atletas.
Nostalgia de los cuerpos de las atletas. ¿Dónde pasará el invierno Yelena Isinbayeva? A la olímpica pertiguista no le gusta hablar. Prefiere hacerlo. Le gusta estar sola en la cumbre. Y a mí me gustaría seguir mirándola.
Estoy en el pueblo con más medallas por metro cuadrado del mundo, en Aldán. El pueblo de Carlos Pérez, oro en regatas. El pueblo de David Cal, cuatro medallas le contemplan al hijo del panadero, al chico que creció trazando líneas en las aguas de esta pequeña ría. La misma ría de las hermosas piragüistas Teresa, Sonia, Tamara. Llegaran con sus medallas. Con su hermosa victoria contra la derrota. Chicos y chicas jóvenes que entrenan escuchando rock urbano en sus mp3. Chicos del Morrazo que durante unos días han sido los héroes de nuestros sueños de verano.
Un hermoso poema dedicó González Iglesias a David Cal en sus "Olímpicas". Algunos versos decían esto:
"….En internet lo llaman un tímido de oro.
El piercing de su boca es un punto de acero.
Ama los monosílabos.
Es de un pueblo pequeño. Cada día cargaba
con esa embarcación esbelta y frágil
y remaba en el mar de la monotonía
inconsciente, constante, lo mismo que el asceta
que reitera ejercicios para salir del mundo,
así durante meses, durante años,
para llegar a esto…"
Mañana estará aquí, ya no es la sorpresa de Atenas, el atleta de oro. Es el humano que ganó la plata con esfuerzo, sudor y entrega. También los elegidos para la gloria saben que ganar marea.