Javier Rioyo
Uno de los libros más personales y libres de Unamuno se llama Contra esto y aquello, encontré la edición de Renacimiento del año 1928, la segunda edición, y aparté otras lecturas para dejar paso al maestro vasco/castellano de carácter tan firme y de genio tan claro.
Hablando del ajedrez, salvándolo y diferenciándolo de otros juegos, sobre todo de los juegos de azar, así se expresa el viejo maestro:
"Suelen caer en ese vicio aquellas personas que sin una base de educación intelectual se encuentran con dinero. No saben qué hacer, la lectura les fastidia, el arte está para ellos cerrado, y el único modo que tienen de no aburrirse es jugar. Puede asegurarse que dónde el juego hace estragos la cultura el superficial y más de apariencia que de fondo. Las emociones del juego llenan un vacío espiritual que no se llena con emociones de arte, de ciencia o de una actividad útil y culta. Cuando se reúnen personas de cultura, de ingenio, de ilustración y sobre todo de espíritu, conversan, cambian ideas e impresiones, no cartas de la baraja. Los tontos, dice Schopenhauer, no teniendo ideas que cambiar, inventaron unos cartoncitos con figuras y los cambian."
Me voy, un poco avergonzado, a mi partida semanal de mus. ¿Y perdonará don Miguel que los fines de semana me dedique, como tonto, a jugar con unas bolas en un espacio que llaman billar? Da igual, conviviré con mis contradicciones y me escaparé a Salamanca, más que nada por jugar. Se busca compañía, preferiblemente juguetona.