Javier Rioyo
No creo en muchas cosas pero creo en algunos libros. Algunos hombres. Y en muchas mujeres. Creo en Elías Canetti que vivió su larga vida como si fuera a durar más, y más. Que acumuló libros sin pensar que nunca tendría tiempo para leerlos. Se concedía esos sueños."Vivir de tal manera como si tuviéramos ante nosotros un tiempo ilimitado. Citas con seres humanos a cien años vistas". Abrir su libro "La provincia del hombre" y saber que he salvado el día, varios días, muchos días.
Estamos entrando en el "día de los Inocentes", al final del año y en medio de los excesos navideños. Yo estaba cansado de los excesos culinarios, de las buenas palabras de fin de año, de los viejos políticos y de las nuevas ministras. No conseguí volver a fumar. No por el discurso de la ministra sino por ese consejo/amenaza de esa amiga que me recordó que los besos saben mejor sin tabaco. No lo tengo tan claro. Hay besos que pueden con toda la nicotina.
Sigo leyendo en el carnet de notas de Canetti. Y me encuentro con el espectáculo de la comida y no me gusta. Creo que dejaré de comer grasas- aunque los pensamientos con grasa de Montaigne me siguen gustando- simplemente por recordar el espectáculo de los otros comiendo. Mi mismo espectáculo. Desear que llegue alguna vez ese "país en el que la gente llora cuando come".
Tengo la impresión de que si sigo leyendo a Canetti me haré vegetariano. Con lo poco que me gustan. Con lo que desconfío de los vegetarianos. No me fío de ellos, como tampoco me fío de los que no beben. Ni de los que no fuman. No me fío de mí mismo.
Vosotros seguir comiendo. Yo os recordaré otro pensamiento del judío que procedía de Cañete:
"Me da pena que los animales no se levanten nunca contra nosotros; los pacientes animales, las vacas, las ovejas, todo este ganado que ha sido puesto en nuestras manos y que no puede escapar a ellas.
Me imagino una rebelión en un matadero; desde allí se extiende a toda la ciudad; hombres, mujeres, niños, ancianos mueren pisoteados sin compasión; los animales invaden calles y vehículos; derriban portales y puertas; en su furor llegan a invadir los pisos más altos de las casas; miles de bueyes convertidos en fieras hacen añicos los vagones del Metro, y nos desgarran ovejas a quienes se les han afilado de repente los dientes"
Pues eso, que cada uno haga lo que quiera. Yo dejo la carne. Como dejé el tabaco. Brindo por el nuevo año. Nadie ha dicho nada de dejar de beber. Estoy satisfecho de mis nuevos propósitos. De esas ideas encontradas en el carnet del viejo, querido, judío.
"Puede que no sea siempre importante lo que uno piensa todos los días. Pero es tremendamente importante lo que no ha pensado"