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Bailando con Borbones

Por 18 de diciembre de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Rioyo

 

 

Nunca imaginé hacer algunas cosas que he terminado haciendo. No confesaré en público algunas de las cosas que por azar, necesidad o gusto he tenido que hacer. Que hago. O que seguiré haciendo. Siempre hay que ir derrocando las certezas. La tiranía de lo previsible es una guerra que nunca termina. Sigo intentando que la sorpresa me tome por asalto en las ocasiones que sea necesario.

Y nunca me imaginé bailando con Borbones. No por convicciones republicanas, que las mantengo pero sin fanatismos- tomar el palacio sí, pero dejar libres a sus ocupantes- sino porque no estoy en la lista de los candidatos cortesanos. Y además no me gusta demasiado bailar. Algunos hombres que nos somos tan duros tampoco bailamos. Pues la otra noche bailé al lado de Borbones. Y no era la hermosa Leticia, querida ex compañera de algunos cercanos pupitres profesionales, sino una hermana del rey. No estoy seguro si era una u otra, una de las dos ¿infantas?, ¿princesas? o lo que sean, pero una de ellas estuvo en esa comunión de bailes, estribillos, coros y danzas que son los conciertos de Joaquín Sabina. Ahí estaba la Borbón, la hermanísima del rey, al lado de los piratas cojos con pata de palo, al lado de las banderas negras, rojas y moradas, al lado de los de nombres impropios o de nombres tan peleones como Carmela, ay!. Allí estaba coreando con Benjamín Prado, saltando con Almudena Grandes y cerca del silencio cómplice de Caballero Bonald. Allí estaba de manera real esa señora de nuestra real familia. Bailando entre lobos republicanos. Cantando entre paganos. Participando en esa ceremonia al lado de treinta mil maneras de encontrarse con el mejor comunicador de nuestro cante poético. Después de Serrat, de Miguel Ríos, llegó sabina y no mandó parar. Quiso ser continuador de esos, de otros y dejar camino a los que sean capaces.

El concierto de Madrid fue un emocionante éxito para Sabina. Y un regalo inesperado para los que no bailamos con Borbones. Está claro que en este insólito ruedo ibérico ya hemos enterrado en guerra civilismo, aunque algunos se empeñen en poner puertas al campo. Sabina, lo diga Agamenón o su porquero, es el mejor retratista musical de nuestro tiempo. Con nuestras contradicciones republicanas o monárquicas incluidas. El que lo bailó lo sabe.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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