Javier Rioyo
Si pensamos que cultura es algo más que unas fotos, unas canciones, una referencia al canon o la cita de famosos cantautores hay que tener un oído del que carezco para saber qué piensan hacer con la cultura los principales candidatos a presidir el país. No es nuevo, la cultura es un adorno para los mítines, es una foto para la feria de vanidades, es la cita fácil de un libro que los asesores han recomendado.
Claro que es muy diferente presentarse con Almodóvar, por ejemplo, que con Arturo Fernández, con perdón. Si nos fiamos por las presencias, si tuviéramos que dar el voto por personalidades de la cultura al lado de uno u otro, no tendríamos dudas.
El voto de la cultura no es para la derecha. También en eso somos muy diferentes a los franceses. Nuestra derecha es diferente. Y, desde luego, Rajoy es muy poco Zarkozy. No soy muy partidario del ligón presidente de los franceses. Fui muy partidario de su mujer antes de ser primera dama, pero después de leer el libro de Yasmina Reza sobre la campaña de Zarkozy y de comprobar la capacidad de seducción sobre intelectuales de muy diferente pensamiento e ideología. Volví a ser consciente de nuestro largo camino que recorrer para ser lo que siempre quisimos -algunos- ser franceses. O afrancesados. También valen otros países europeos. Aquí la derecha se tropieza con el catecismo como lectura. También con autores de best seller o con algunos raros que se acercan a la derecha. Muchos de ellos conversos, antiguos izquierdistas. Nada despreciables por muchas cosas pero muy sometidos en su servidumbre a la nueva fe. O al nuevo estatus. No son muchos pero, además, se callan. Todavía parece excéntrico ser de derechas si te dedicas a la cultura. Conozco alguno, además, me gustan y los respeto pero son menos de que la inmensa minoría.
El país será mejor cuando la ausencia de la cultura sea un bien, sea la expresión de que el creador no tiene que mostrar sus creencias en algo tan difícil de creer como un partido político. Lo mejor sería poder pasar de ellos, de todos, pero todavía no estamos tan tranquilos, tan laicos, tan libre como para quedarnos leyendo un libro en el día del voto. Iré por demostrar mi contra. No por tener fe.