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Václav Havel. Una vida

Javier Fernández de Castro

En una época como la actual, en la que los grandes líderes políticos mundiales raras veces alcanzan una talla digna de mención (y traer aquí a Trump es una obviedad innecesaria) seguir la trayectoria humana y el desarrollo intelectual de un hombre como Vácal Havel casi devuelve la fe en la posibilidad de que la clase política no sea una más de las muchas especies que hemos visto desaparecer.

            Michael Žantovský fue amigo, colaborador, consejero y casi casi podría decirse que compinche del que fuera el último presidente de Checoslovaquia y el primero de la entonces recién nacida República Checa (1993-2003). El hecho de que conociese tan íntimamente al biografiado, o el hecho no menos significativo de que actualmente sea el director de la Biblioteca Václav Havel permiten pensar que Michael Žantovský dispuso de toda la información necesaria para escribir una biografía que, a buen seguro, será una referencia indispensable para quien desee escribir sobre Havel en el futuro. Sin embargo, tanta proximidad y familiaridad con el biografiado también permiten albergar la duda de si el biógrafo no se habrá excedido en el relato de los aspectos luminosos de aquel para orillar las facetas oscuras, que las tuvo. Y muchas.

            Por si alguien lo duda, quede claro que no estamos frente a una hagiografía de 795 páginas. Faltaría más. Sería un flaco favor al amigo y una insoportable felonía para el lector. Pero Havel fue un hombre complejo y sus muchas facetas (fue ensayista, dramaturgo, moralista, activista político, filósofo, hombre de Estado y hasta marido, aunque no del todo ejemplar) podrían llegar a descompensar en favor de una actividad u otra el intento de reflejar de forma equilibrada una trayectoria vital tan rica.

            Michael Žantovský es un cronista ameno y están muy bien narradas ya sean las peripecias de una juventud inconformista e iconoclasta que vivió a su manera lo que en Occidente se llamó Mayo del 68, la brutal intervención de los tanques soviéticos para aplastar la Primavera de Praga (y que a Havel le costó cuatro años de cárcel) o la sorprendentemente pacífica toma del poder por parte de los sin poder.

            Sin embargo, el libro tiene dos partes bien diferenciadas. La primera, curiosamente, le resultará casi familiar a cualquiera que haya vivido total o parcialmente bajo el régimen de Franco, quizá porque en definitiva todas las dictaduras acaban por parecerse. Los años de un chico llamado a ser un rebelde (por pertenecer a una familia pudiente los comunistas impidieron a Havel tener una educación similar a la de sus compañeros) y los continuos y progresivamente más conflictivos enfrentamientos con la autoridad (acoso policial, ninguneo oficial, arrestos e incluso cárcel) no se diferencian gran cosa de los sufridos en España por quienes, después de pasar un calvario similar, con la llegada de la democracia fueron elegidos para dirigir el país.

            En cambio, a partir de las semanas previas a la caída del Muro de Berlín (1989)  el libro cobra un interés inusitado y es donde mejor se aprecian las dotes narrativas de Žantovský porque resulta fascinante asistir a las (surrealistas) negociaciones de un tipo que sólo estaba preparado para dirigir obras de teatro con unos tipos que en absoluto estaban preparados para entregar el poder sin recurrir a la brutalidad. Fue la llamada Revolución de terciopelo, que culminó con el nombramiento casi a dedo de Václav Havel como presidente de la nación. Y como ejemplo del parecido entre ambos países, he aquí la versión de Žantovský para explicar  cómo fue posible que todo un parlamento, o en el caso de España las Cortes, aceptasen sin rechistar un cambio de régimen que ponía en la calle a todos sus integrantes. “Para quienquiera que se pregunte cómo se podía decidir de antemano el voto de un Parlamento bicameral y de 350 diputados […] basta con decir que se trataba de un Parlameto tan acostumbrado a  obedecer órdenes que habría elegido a Drácula si se lo hubiese dicho el Gobierno”. 

            A cualquiera le gustaría poder asistir a un consejo de ministros, ya sea en el Vaticano, en una república bananera o en un país super desarrollado, porque ver de primera mano cómo funcionan los mecanismos del poder resulta, como digo, fascinante. Y ahí es donde alcanza mayor altura esta biografía, porque se da la circunstancia de que muchos de los acontecimientos narrados desde ahora en adelante fueron presenciados por el propio biógrafo o bien pudo seguirlos muy de cerca y sin haber perdido contacto con los protagonistas. Y no siempre le habrá resultado fácil dar cuenta de ellos. Los grandes objetivos de Havel al acceder a la presidencia eran, en primer lugar, devolver el poder a los ciudadanos de la forma más rápida y pacífica posible; en segundo lugar,  integrar Checoslovaquia en Europa y la Otan y, por último, evitar la escisión de Chequia y Eslovaquia. A este respecto también suena familiar la observación de Havel durante las primera reunión de su gabinete, en la que vino a decir:”Nos han agradecido mucho que no mintamos acerca de la desastrosa situación del país, pero cuando se den cuenta de que apenas podemos hacer nada para remediarlo lo más seguro es que salgamos de aquí untados de alquitrán y emplumados”.

            En su primer mandato Havel no pudo evitar la escisión de Eslovenia, pero al menos logró que ocurriera de forma pacífica y dejando abierta una puerta para una posible reunificación en el futuro. En cambio no sólo logró la integración en Europa y la Otan sino que la República Checa fue un ejemplo de restablecimiento pacífico de los derechos fundamentales y de participación en una economía de mercado sin cambiar un amo (la URSS) por dos (EEUU y Alemania). Pero también cometió fallos tan graves como apoyar la intervención internacional en Kosovo e Irak. Sin embargo, quizá su mayor error fuera no dejar el poder cuando se encontraba en el mejor momento de su trayectoria y persistir en continuar en el cargo pese a sufrir un cáncer de pulmón que mermó considerablemente sus facultades físicas y mentales (al parecer consumía toda clase de medicinas y drogas, algunas de ellas para contrarrestar los efectos colaterales de las anteriores). Y pese a su considerable extensión, el libro se lee de un tirón y al terminar queda una cierta gratitud hacia Havel por ser un hombre que hizo frente a una realidad no muy distinta a la de ahora sin necesidad de recurrir a soluciones tan peligrosas como, por ejemplo, los actuales populismos. 

 

Václav Havel. Una vida.

Michael Žantovský

Traducción de Alejandro Pradera Sánchez

 

Galaxia Gutenberg

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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