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Tres periodistas en la revolución de Asturias

Javier Fernández de Castro

  A quien se le ocurrió unir los escritos de tres grandes periodistas, José Díaz Fernández, Josep Pla y Manuel Chaves Nogales,  referidos a un mismo suceso, la revolución de Asturias en octubre de 1934, tuvo una feliz idea.

                De los tres, José Díaz Fernández quizá sea el más tradicional. Pero sus reportajes no servirían como modelo en una escuela de periodismo debido a que concurren en él  dos circunstancias. La primera, que si bien desarrolló la parte más sustancial de su carrera de periodista en Madrid, él era asturiano de nacimiento y aunque trata honestamente de ser objetivo y dar únicamente información, su implicación emocional en lo que cuenta durante su recorrido por las cuencas mineras y los horrores que presenció, o más tarde su visión de la ciudad de Oviedo siendo literalmente volada a golpe de dinamita era demasiado intensa para que no se trasluzca en su escritura. La otra circunstancia que no hace de él un buen maestro es que era un innovador, un creador que iba más allá de ese modelo canónico que unos aprendices deben dominar antes de ser creadores a su vez. Pero el lector, sobre todo el lector actual,  puede tener la seguridad de que la información que va a recibir es veraz y un reflejo bastante verosímil de lo que fue aquella especie de locura sin precedentes en la historia de la crueldad de las guerras civiles españolas. Que ya es decir.

                De los otros dos elegidos, Manuel Chaves Nogales comparte con Goerge Orwell una cualidad que los honra a ambos: fueron tan ecuánimes a la hora de contar sucesos de la guerra civil española que ambos acabaron teniendo que huir porque a los dos bandos les hubiera gustado echarles el guante. Para fusilarlos. Pese a que sus escritos sobre la guerra civil española de 1936 tenían que ser forzosamente trágicos, dada la ferocidad con la que se comportaron ambos bandos, leer a Chaves Nogales es una delicia y causa verdadero asombro la elegancia de su castellano.

                En cuanto a Josep Pla, su lectura exige una cierta labor de ajuste porque era un hombre íntimamente ligado a Cambó y la LLiga y por lo tanto su escritura (para bien y para mal) no pretende ser objetiva. Lo cual no impide que sea un prodigio. En el presente volumen se recogen las crónicas que envió desde Asturias y el País Vadsco a  La Veu de Catalunya. Era probablemente uno de los hombres mejor informados del trasfondo de la vida política de su tiempo, y basta leer sus textos sobre la II República para comprobarlo.

                Leer su visión de los sucesos durante la revolución de Asturias y sus análisis sobre el papel jugado por los protagonistas de aquellos trágicos sucesos produce un cierto vértigo porque es un ejemplo perfecto de aquello que Octavio Paz llamaba la “palabra en el tiempo”, y que resumiendo mucho podría sintetizarse diciendo que los tiempos pasan pero la palabra permanece. El lector encontrará muchos otros ejemplos, pero reproduzco dos para ilustrar lo que digo sobre el vértigo.

                Por ejemplo en la página 133, hablando del papel jugado Cataluña en el proceso que desembocó en aquella sangrienta revolución dice: “Los hombres de Esquerra, que gobernaban en la Generalitat de Cataluña, a pesar de la magnífica posición de privilegio que disfrutaban dentro del régimen, privilegio que no había conocido ningún partido político catalán […] se han equivocado y lo han pagado caro […] No nos corresponde a nosotros emitir un juicio […] Diremos solo que Cataluña sigue con su historia trágica, y que solo eliminando la frivolidad política que hemos vivido últimamente se podrá corregir el camino emprendido”.     

                Y poco más adelante, hablando del mismo tema, insiste:

                “Hemos entrado en un periodo de transición de duración problemática. Un día u otro, sin embargo, cuando el caos administrativo que reina en Cataluña y que hemos heredado de la locura delirante de los hombres de Esquerra llegue a su punto culminante, habrá que sistematizar los instrumentos de gobierno. Debe ponerse de manifiesto, porque es un hecho trascendental, que en la prensa de Madrid, tradicionalmente desafecta a Cataluña, se ha iniciado una ofensiva general contra nuestras cosas que ya no tiene por objeto una crítica contra Esquerra, sino que se refiere a Cataluña como un todo…”.

                Aunque estas afirmaciones tengan unas alucinantes resonancias actuales, quien vea la fecha que figura al final verá que fueron escritas el 12 de octubre de 1934. Pero por eso digo que me parecen un magnífico ejemplo de palabra en el tiempo.

 

Tres periodistas en la revolución de Asturias

Manuel Chaces Nogales, José Díaz Fernandez, Josep Pla

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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