
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
Quienes, antes de leer este libro, ya tuvieran una idea muy pobre acerca del comportamiento bélico de los italianos, cuando terminen Sagapò habrá visto confirmadas hasta la saciedad sus peores sospechas. Y eso que, encima, Renzo Biasion ni siquiera es un amargado rencoroso dispuesto a ajustar cuentas con quienes no sólo le arruinaron cinco o seis de sus mejores años de la vida, y no sólo le pusieron en trance de morir en nombre de los delirios de un dictador lunático sino que encima les abandonaron a su suerte a él y a sus compañeros. Y quienes, por ejemplo yo, han pasado un año y medio de su vida integrados en un ejército que era fiel reflejo del alma de su Caudillo, van a encontrar perfectamente reconocibles muchas de las situaciones que aquejan a los soldados que protagonizan los trece relatos de este libro, aparte de que es un motivo más para sentirse afortunados por no haberse visto envueltos es un conflicto bélico de verdad.
Renzo Biasion, nacido en Treviso en 1914, ya estaba dando sus primeros pasos profesionales en el taller del pintor veneciano Juti Ravenna, cuando fue llamado a filas y enviado al frente greco-albanés, sin duda una de las experiencias bélicas más traumáticas de la aventura italiana en los Balcanes. De derrota en derrota, y tras su paso por diversas guarniciones desperdigadas por las ya de por sí desperdigadas islas griegas, entre 1941 y 1943, Biasion fue enviado como prisionero de guerra a Holanda y Alemania. Y fue allí, en un campo de internamiento y porque no disponía de los útiles de pintar, donde Renzo Biasion escribió éste su único libro.
Lo cual es una desgracia porque se trata de un narrador espléndido, con unas dotes notables para la descripción de paisajes y situaciones y porque derrocha empatía por sus personajes, fundamentalmente los más crueles, mezquinos y deplorables, lo cual es una de las virtudes más de agradecer en un narrador. Sin embargo, lo más notable, lo que más asombra según se pasa de un relato a otro, es la notable amplitud de registros narrativos que exhibe este pintor apreciado pero humilde, y que según confesaba él mismo apenas si había contribuido con unas pocas piedras al gigantesco edificio del arte. Nunca sabremos si hubiera gozado de un trato mejor en el barrio destinado a los escritores en la República de las Letras.
Sagapò es la traducción fonética popularizada por los soldados italianos de la expresión griega "te quiero", y aunque desde Elio Vittorini (su primer editor en Einaudi) en adelante se acostumbra a resaltar que el libro narra las aventuras amorosas entre tropas invasoras y nativas invadidas, Biasion va mucho más allá. Es cierto que los trece relatos tienen como protagonistas a oficiales, suboficiales y soldados olvidados por sus superiores en diversas islas griegas. Pero incluso la película Mediterráneo, ganadora de un Oscar en 1993 y libremente inspirada en el libro, ha ofrecido una idea algo edulcorada de aquella aventura, que no tiene nada que ver con unos fogosos y apasionados amantes abandonados en el paraíso y sin nada mejor que hacer que enamorar a las bellas nativas. He dicho que Biasion no está ajustando cuentas, pero su estancia en las islas tampoco le ofuscó los sentidos. Por descontado que no es insensible a la belleza del paisaje terrestre y al mar, y algunas de sus descripciones son muy hermosas, pero lo que predomina es el estado de guerra, con todas las miserias físicas y humanas que ésta conlleva en la forma de pueblos arrasados, cultivos esquilmados y poblaciones sometidas a la pobreza más brutal, razón por la cual no sale una sola mujer que, de grado o por fuerza, no sea prostituta, por lo que también las relaciones entre invasores e invadidas están marcadas por la necesidad y el comercio. Aparte de la muerte al acecho.
Y sin embargo los relatos son de una belleza sorprendente, casi siempre debido a la ya mencionada calidad literaria de su autor. Hay uno en especial, titulado "De profundis" que Kafka lo hubiera podido aceptar como suyo. Unas tropas miserables, encargadas de defender una posición maltratada por el sol, el viento y las moscas, y sin el menor valor estratégico, van siendo sistemáticamente masacradas por un enemigo invisible y del que no se sabe su identidad ni siquiera al final, como si fuera el Enemigo. Es un libro ideal para llevarlo de fin de semana, a poder ser junto al mar porque viendo disfrutar a los soldados en la playa le entran a uno unas ganas irreprimibles de hacer lo mismo.
Sagapò (Te quiero)
Renzo Biasion
Acantilado