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Otra vida por vivir

Javier Fernández de Castro

Resulta curioso, y sobre  todo esperanzador, constatar que hay libros sencillos, escritos sin grandes pretensiones y que pese a tener un autor poco o nada conocido y salir al mercado sin el apoyo de grandes lanzamientos ni avalistas de enjundia, se abren paso por si solos hasta alcanzar una muy digna difusión. Tal es  el caso de Otra vida por vivir, cuya traducción al castellano probablemente habrá sobrepasado ya la décima edición y todo gracias a los propios lectores y los libreros, que son quienes en definitiva deciden la suerte de un libro.

Su autor, Theodor Kallifatides, es un ciudadano de origen griego que en la década de 1960 optó por emigrar a Suecia en busca de unas condiciones de vida que su tierra natal no le podía ofrecer. Salvo que el suyo no fue un simple traslado para asegurarse el sustento o un techo digno sobre su cabeza. Su objetivo a largo plazo era dedicarse a escribir y para ello necesitaba antes que nada adquirir una sólida formación y, con el tiempo, ir sustituyendo su lengua materna por la del país de acogida. De paso, y aprovechando tan largo y arriesgado  proceso, su idea era empezar a publicar e ir dándose a conocer. Al fin y al cabo si gente como el ruso Joseph Brodsky o el irlandés Samuel Becket incluso llegaron a ganar el premio Nobel escribiendo en inglés y francés, respectivamente, o si el polaco Józef Teodor Konrad sigue siendo stimado como uno de los mejores representantes de la literatura anglosajona del siglo XX, el empeño era factible y Theodor Kallifatides puso su alma entera en lograr un objetivo al que ha dedicado toda su vida.

Quede claro sin embargo que, en esta como en tantas otras ocasiones, “poner todo su empeño”, o “dedicar lo mejor de su vida” no es garantía de nada. Insisto en resaltar que continúa siendo decisivo el factor suerte, aparte de que un mínimo de calidad literaria también ayuda. Y en ese sentido Theodor Kallifatides no puede quejarse: con el tiempo se graduó en Filosofía por la Universidad de Estocolmo, donde más tarde ejercería como profesor. Y en cuanto a su trayectoria como escritor tuvo el acierto de conectar con los lectores suecos desde su primer libro y ello se ha traducido en una obra avalada por numerosos premios y que le ha permitido llevar una vida con la clase de dignidad que fue a buscar tan lejos. La suya, fue, pues, una decisión bien meditada y llevada a cabo hasta el final con todas sus consecuencias, pues incluso se casó con una mujer sueca a la que apenas le ha enseñado griego porque deseaba que sus conversaciones con ella fuesen siempre en su lengua de adopción, y lo mismo hizo con sus hijos, quienes tampoco hablan griego.

Sin embargo, y llegado un momento determinado, resultó que su tan meditado y bien ejecutado plan de vida le empezó a fallar. Por alguna razón perdió el interés en la escritura y después de buscar muchas y en ocasiones hasta peregrinas explicaciones a tan incomprensible sequía, llegó a la conclusión de que necesitaba un profundo cambio de vida. O por decirlo como él mismo lo hace, inventarse otra forma de vivir. Dejó el estudio que le había servido de santuario para escribir sus libros a solas y empezó a buscar nuevas motivaciones y estímulos. Siempre en busca de un motivo a su incomprensible desidia, lleva a cabo un  interesante análisis de cómo han cambiado las condiciones de vida en Suecia, un país que a su llegada era  un ejemplo de tolerancia y comprensión hacia los necesitados (aparte de un paraíso en lo relativo a servicios socia) y que a la vuelta de unos años se había convertido en un  áspero y hostil territorio para los emigrados. Y de eso va esta novela: un lúcido viaje a la introspección que terminará con la reanudación de la escritura, pero en griego. Un regreso a lo que él mismo califica de “la única patria que todavía le quedaba” y que le permitió salvar lo que todavía podía ser salvado. Al libro le beneficia además una traducción impecable.

Otra Vida por vivir    

Theodor Kallifatides

Traducción del griego moderno por Selma Ancira

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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