Skip to main content
Blogs de autor

Las viejas sendas

Javier Fernández de Castro

Hace unos pocos años Robert Mcfarlane era un perfecto desconocido para el gran público, pero le bastaron dos libros, Las montañas de la mente (Mountains of the Mind, 2003) y Naturaleza virgen (The Wild Places, 2007) para que su nombre haya pasado a formar parte del distinguido y muy apreciable club de escritores amantes (casi valdría decir que fanáticos) de disfrutar de la naturaleza recorriendo caminos. Podría decirse que con Las viejas sendas (The Old Ways, 2012) dio el paso definitivo hacia su consagración, pero desde entonces ha terminado varios libros más dedicados a la naturaleza y el senderismo que le han abierto las puertas de los amantes de este tipo de escritos repartidos por medio mundo.

                En los países de habla inglesa la tradición de los escritos relacionados con el contacto con la naturaleza mediante el acto de caminar es antiquísima, y no resulta exagerado buscar antecedentes ya en los primitivos poetas anglosajones. Con el tiempo la gran atracción por la naturaleza, expresada en forma de poemas, ensayos, novelas, relatos de viaje o interpretaciones filosóficas ha dado lugar a un género conocido como Nature writing, que empezó a popularizarse a finales del siglo XVIII y terminó de formalizarse en el XIX.  

                En España la Nature writing se confunde con la literatura de viajes, que es muy meritoria y tiene como representantes a todos los grandes viajeros, nacionales o traducidos, y cuyos escritos pueden incluir incluso el relato literario de un hecho histórico, y en ese sentido la monumental Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, es sin duda una de las obras cumbre de la literatura en castellano. No deja de ser curiosa la falta de tradición del relato del caminar en España porque más facilidades no podría pedir quien desee dedicarse a ello, pues tendrá a su disposición la asombrosa red de calzadas heredada de los romanos, la no menos asombrosa red de vías pecuarias por las que tradicionalmente circularon los ganados trashumantes y que suman nada menos que 125.000 kilómetros, y como remate, los recorridos religiosos, que van desde las pequeñas visitas estacionales a las ermitas y demás lugares sagrados cercanos a las poblaciones hasta los innumerables caminos de peregrinos, encabezados por el milenario y todavía muy en activo Camino de Santiago. Si a todo ello se añaden los recorridos que los habitantes de cada pueblo conocen, la variedad de elección es infinita. Ahora solo falta que alguien sepa hacer el uso debido de tamaña riqueza.

                En Inglaterra, quienes ennoblecieron de forma más poética los paseos naturales fueron los poetas lakistas, en especial Samuel Taylor Coleridge, William Wordsworth (siempre acompañado de su hermana Doroty) y Walter Scott, aunque la región de los lagos también causó un gran impacto en Shelley, Hawthorne, Carlyle, Keats o Tennyson. De todos ellos el más acérimo fue Wordsworth, de quien Thomas de Quincey asegura que, “a pesar de sus piernas fofas deploradas por todas las damas versadas en dicha materia” a lo largo de su vida recorrió 289.681 kilómetros. Como el ácido y sibilino Thomas de Quincey no es muy de fiar, sirva como ejemplo de lo que hace un auténtico enamorado del contacto con la naturaleza el dato que da en este mismo libro el propio Robert Mcfarlane, pues calcula que habrá hecho a lo largo de su vida entre 11.200 y 12,800 kilómetros. Para dar una idea de lo que significan esa distancia recorrida a pie basta decir que entre Madrid y Pekin hay 9.217 kilómetros, y que a Vladivostok, se llega tras 13.757 kilómeros.

                 La edición de Pre-Textos se ve enriquecida por el prólogo de Miguel Ángel Blanco, un artista que se declara amigo y hermano de la naturaleza y que lleva toda la vida confeccionando  unos curiosos libros-caja con los que ilustra sus recorridos por la Sierra del Guadarrama, y también otros lugares. Cortezas y madera de pino, minerales y objetos de elaboración propia le han servido para reunir una Biblioteca del Bosque que ya sobrepasa de largo el millar de ejemplares. Él fue el introductor de Mcfarlane a los caminos de España y lo más parecido a un nature writer nacional, solo que en lugar de escribir sus recorridos los sintetiza estéticamente en tres dimensiones.

                En Las viejas sendas abundan los recorridos por caminos de Inglaterra y Escocia porque, por una cuestión de proximidad, son los que Mcfarlane ha tenido siempre más a mano. Y aunque en todos ellos el autor transmite con intensidad su emocionada relación con el paisaje y con quienes transitaron antes que él los senderos que lo surcan, destacan el recorrido entre el río Crouch y la desembocadura del Támesis, todo él prácticamente bajo el mar por estar sometido al vaivén de las mareas, y un recorrido en barco siguiendo ancestrales rutas marineras entre Escocia e Irlanda. Entre los recorridos por el extranjero, además de la marcha desde el Valle de la Fuenfría, en Guadarrama, hasta Segovia, hay visitas a Palestina e incluso al Tíbet. Pero lo mejor es que, vaya por donde vaya,  su modo mirar transforma el entorno que atraviesa en la misma medida que el entorno le transforma a él. Y son magníficas sus descripciones de los lugares por donde pasa.

 

 

Las viejas sendas

Robert Mcfarlane

Traducción de Juan de Dios León Gómez

Prólogo de Migel Ángel Blanco.

Pre-Textos

profile avatar

Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

Obras asociadas
Close Menu