
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
Esta novela es como uno de esos grandes ríos que en su curso medio fluyen tranquilos, poderosos y ajenos porque no necesitan nada fuera de sí mismos. Casi de inmediato el lector cae en la cuenta de que puede entregarse a la lectura sin otro cuidado que dejarse llevar porque no hay peligro de cascadas, ni amenaza de rápidos que corren entre piedras cortantes y que se disuelven en remolinos traicioneros.
La propuesta de honrada tranquilidad que lleva a cabo Martínez de Pisón en La buena reputación tiene el mérito añadido de haber superado con éxito una dificultad técnica de cierta envergadura. En principio se trata de una historia tan reconocible como pueda ser la trayectoria vital de los miembros de una familia española desde los años cincuenta, cuando los padres están en su plenitud vital, hasta el momento en que la generación siguiente toma el relevo. Lo que ya no es tan habitual es el marco espacial en el que transcurre la acción (Melilla, Tetuán, Málaga, Zaragoza y Barcelona), ni tampoco las circunstancias (el norte de Marruecos se encuentra en pleno torbellino descolonizador y los habitantes de las ciudades españolas en territorio marroquí no están nada seguros de que el huracán anticolonialista no se los va a llevar por delante). Encima, la familia que lleva el peso de la narración no pertenece, como puede pensar cualquiera nada más oír la palabra Melilla, al estamento militar. Lejos de ello, se trata de un matrimonio en el que él es judío (poco ortodoxo pero hijo de Israel al fin) y ella una mujer católica, más ocupada en asegurar un futuro a unas hijas en edad casadera que en participar en la vida, costumbres, tradiciones y compromisos judíos.
Pero, e insisto en el carácter tranquilo de la narración, Martínez de Pisón logra mantener en todo momento el equilibrio entre las vicisitudes de los diferentes miembros de la familia y el suministro de la información que el lector precisa para poder juzgar por sí mismo lo que está leyendo. La situación de los judíos bajo el régimen de Franco (quién no recuerda el famoso sonsonete contra el judaísmo internacional) tanto en la Península como en Melilla; la actitud de las autoridades civiles y militares ante el tráfico de familias judías hacia Israel en previsión de que los nacionalistas marroquíes cumplan sus amenazas; la influencia que ejercen los requisitos religiosos y los compromisos sociales judaicos en la relación de pareja de un matrimonio mixto; los proyectos matrimoniales de las hijas en una sociedad dominada por unos solteros-objetivo que en su mayoría eran militares y por lo tanto aves de paso difíciles de cazar (o al menos difíciles de cazar para siempre); el peregrinaje de unas ciudades a otras en busca de un acomodo que vaya bien a todos, etc. Es muy meritoria la dosificación de esa información y su intercalación en la vorágine de acontecimientos que aquejan a todos, porque como es lógico pasa de todo: hay adulterios, actos de heroísmo, fugas románticas con un novio no bien visto por la mamá, los peligros que afronta el padre para ayudar a escapar a gente a la que ni siquiera conoce; peleas y reconciliaciones entre los padres, traiciones de las hijas, o las pequeñas venganzas y los grandes amores habituales en las familias. Y no creo necesario aludir a la sobriedad y precisión del lenguaje, tan difíciles de ver en la narrativa actual. O qué decir de las elegantes elipsis que permiten pasar página a determinadas situaciones sin necesidad de contarlo todo. Sin duda, una obra mayor y de madurez.
La buena reputación
Ignacio Martínez de Pisón
Seix Barral