Skip to main content

Eder. Óleo de Irene Gracia

Javier Fernández de Castro

Si la historia de la humanidad es el recuento de su desgracia, Kaputt es un magnífico libro de historia. Algo tramposo, la verdad, pero hay que tener en cuenta que en el momento de escribirlo Malaparte se encontraba inmerso en ese curioso proceso que le llevó de ser un fascista reconocido y agasajado por Mussolini y sus corifeos a ser un militante de la extrema izquierda (maoísta para más señas) después de pasar unos cuantos años en la cárcel y el exilio.

 

La parte principal del libro la escribió entre 1941 y 1942, aunque luego no lo terminó hasta 1944. Dejando de lado sus vaivenes ideológicos, Malaparte se supo bandear muy bien en los años más convulsos y peligrosos de la Europa del siglo XX: no solo salió de la I Guerra Mundial vivo y con condecoraciones al valor sino que estuvo subido al carro del vencedor fascista desde los años 20 en adelante, disfrutando de toda clase de honores y prebendas. En 1931 cayó en desgracia (a quién se le ocurre criticar públicamente a Hitler y Mussolini) y fue sucesivamente encarcelado y desterrado hasta que, en 1941, reapareció vivo y aún tuvo tiempo de incorporarse a la II Guerra Mundial como corresponsal del Corriere dela Sera para cubrir el frente ruso. Antes había pertenecido al cuerpo diplomático y como también en ese ambiente supo bandearse muy bien, de esa época data su relación con los grandes protagonistas de la política y la alta sociedad europea, una familiaridad que le iba a proporcionar la mitad del material literario de Kaputt. La otra mitad sale de sus andanzas como corresponsal por una Europa desgarrada por la guerra y sufriendo el ataque de saña más bestial que haya experimentada desde su ya larga y convulsa creación.

El aspecto algo tramposo del libro, al que antes aludía,  se debe a que, a fuerza de repetirlo, el truco se acaba haciendo evidente. Muchos de los capítulos contienen largas y minuciosas descripciones de recepciones en las mansiones de gente como el príncipe Eugenio, el hermano pintor del rey de Suecia, Gustavo V; el diplomático español Agustín de Foxá, otro fascista hecho un lío como él y también diplomático; o el Reichminister Frank, gobernador alemán de Polonia y responsable de las peores brutalidades que hubo de sufrir el pobre pueblo polaco, demasiado cerca de Alemania e inútilmente cerca de  Dios, pues éste no le salvó del holocausto exterminador de los nazis. Esas reuniones tienen lugar en suntuosas mansiones, muchas de ellas decoradas con los muebles y cuadros que las tropas alemanas saqueaban a su paso victorioso; a ellas asistían condes, duques, diplomáticos y grandes hombres, todos ellos acompañados de unas sofisticadas esposas educadas desde la cuna para dar brillo a las recepciones en las que se comían delicados  manjares y se bebían  exquisitos caldos después de haber escuchado al anfitrión interpretar unas piezas de Chopin. Con delectación que tiene algo de perverso, Malaparte se complace en interrumpir de pronto la reunión para introducir relatos espeluznantes y que están teniendo lugar mientras en los salones se exhibe lo más sofisticado y espiritual de la cultura europea: caballos que se metieron en un río ucraniano y que al ser atrapados por un bajón de la temperatura han pasado todo el invierno con el agua al cuello y asomando únicamente las cabezas de crines heladas; prisioneros rusos que se comen a sus camaradas muertos y que merecen este comentario de un alto oficial alemán una vez enterado del hecho:”¿Y se los comen con gusto?”. Aunque también pueden ser soldados tártaros que atan a los prisioneros rusos a un cadáver juntando cara con cara y pecho con pecho para que el muerto se coma al vivo; campesinos rumanos alistados a la fuerza y que cometen las brutalidades escalofriantes que les ordenan los  oficiales alemanes y que ellos llevan a cabo convencido de que es un rey al que no han visto nunca quien lo manda. Y también una visita al ghetto de Varsovia en compañía de todas las damas y caballeros que asistían a la recepción del gobernador alemán y que de pronto han tenido la necesidad de saber si la situación de los judíos es tan desesperada como éstos dicen o si se trata de simples habladurías de comunistas.

La aparición de Kaputt, ahora en formato de bolsillo pero en la muy cuidada edición y traducción de David Paradela es como una segunda oportunidad para quienes  se lo perdieron hace dos. Sobre todo al principio, hasta que pillas el truco, no se sabe qué produce más horror, si las elegantes recepciones palaciegas o las monstruosidades que mientras tanto están asolando Europa, pues son como las dos caras de este pequeño continente que ha dado a luz a civilizaciones extraordinarias al tiempo que se entregaba a las guerras y al exterminio con un entusiasmo digno de mejor causa.

 

Kaputt

Curzio Malaparte

Galaxia Gutemberg  

[ADELANTO EN PDF]

profile avatar

Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

Obras asociadas
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.