
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
En los círculos profesionales se da por sabido que a los novelistas les pasa con las novelas de los demás lo mismo que a los grandes cocineros con los platos cocinados por otros: a los primeros les pueden fascinar por ejemplo cuestiones técnicas, semánticas o incluso escatológicas y a los segundos quizá les desconcierta la presencia de un condimento insólito o la técnica utilizada para ligar todos los elementos que constituyen el plato. Pero si al final les preguntas a unos y otros si el plato es comestible o la novela legible te miran como se mira a un mentecato que sólo se interesa por cuestiones perfectamente banales y sin el menor interés.
Por idénticas razones se da por sentado que el peor crítico de una obra es el autor de la misma, pues posee tanta información y habla tan “desde dentro” que si pretende ofrecer una interpretación no hace sino aportar confusión. Y ahí está aquél Madame Bovary c´est moi que ha dado origen a un prodigioso cúmulo de sandeces, con el agravante en este caso de que Flaubert nunca dijo semejante cosa, al menos por escrito.
Pero como podrá comprobar el lector, a Octavio Paz no se le puede tachar de manipulador. Las seis conferencias que Atalanta publica bajo el acertado título de Itinerario poético son bastante más que una lectura comentada de lo más notable de su producción a lo largo de cuarenta años de ejercicio de la poesía. Como dice el propio Paz en la conferencia inaugural (dictada el 4 de marzo de 1975 y hasta ahora inédita al igual que las cinco siguientes) lo que pretende es situar cada poema en su contexto literario, social y personal, “mostrar que los poemas no nacieron del aire, sino que se insertan en unas circunstancias que son, a la vez, sociales y personales”. Paz sin embargo era muy consciente de las interferencias que puede provocar un autor al hablar de su obra. “El poeta debe desaparecer para que el lector se las arregle a solas con el texto, porque el lector es el segundo autor del poema. Su lectura lo rehace y lo cambia”.
En este sentido Octavio Paz no es sospechoso de pretender guiar al lector mediante una interpretación avalada por su derecho como autor. Una de las características más valoradas en Paz era su capacidad de reflexión y autocrítica recogida en títulos tan conocidos como El arco y la lira, Puertas al campo o Los hijos del limo, muchos de los cuales eran casi contemporáneos de sus mejores recopilaciones de poemas.
Y justamente porque el autor es tan respetuoso con la libertad del lector y tiene tan claro que el objetivo de estas conferencias era sumar en lugar de restar (anatemizar las interpretaciones ajenas en beneficio de la propia) la lectura del presente itinerario poético resulta tan enriquecedora.
La poesía moderna, o para entendernos, la que ha surgido a lo largo del siglo XX es difícil y oscura porque muchas veces se ha querido heterodoxa, rompedora y subversiva, y no hay más que dar un repaso a los poetas dadaístas y surrealistas para ver qué significa ese afán de ruptura y revolución, o releer al maestro de todos ellos, Mallarmé, para apreciar lo que quiere decir el término “hermético” que tantas veces se le aplica.
Aunque es una pérdida irreparable que no exista una grabación de las conferencias, al hilo de lo que Octavio Paz va diciendo de las circunstancias que rodearon la creación de un poema, lo que buscaba decir en ese momento, o aquello contra lo que reaccionaba, casi parece estar escuchándole al ofrecer joyas tan delicadas como esta:
La hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.
Como dice Alberto Ruy Sánchez en su estupendo prólogo, “Si su obra de creación y reflexión son “dos alas del mismo pájaro” que vuela alto y veloz hacia el fuego del sol, estas conferencias son la columna vertebral de ese vuelo”. Poder “escuchar” de labios del autor lo que él consideraba más valioso de lo que produjo entre 1935 y 1975 es un auténtico privilegio.
Itinerario poético. Seis conferencias inéditas.
Octavio Paz
Prólogo de Alberto Ruy Sánchez
Editorial Atalanta