
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
Al cumplirse cien años justos del estallido de la mal llamada Gran Guerra –en realidad, apenas veinte años después Europa se las apañó para enzarzarse en otra guerra igual de grande o más y hubo que numerarlas, Primera, Segunda… y las que vengan– la editorial Impedimenta ha tenido la buena idea de rescatar Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump. Su autor, Hans Herbert Grimm fue un maestro de escuela que sobrevivió a la primera de las dos grandes guerras. Porque estaba visceralmente en contra del militarismo y los nacionalismos aprovechó sus experiencias bélicas para escribir una novela que, según pensaba él, además de darle una cierta fama también podría aportarle unas moderadas pero muy bien recibidas ganancias porque eso de “pasas más hambre que un maestro” no es exclusivo de España. Y a punto estuvo de conseguirlo porque el sentimiento antibelicista era generalizado. Publicado en 1928, el libro tuvo un cierto éxito e incluso se tradujo al inglés, mereciendo una crítica muy favorable por parte de J.B. Priestley. Sin embargo, H.H.Grimm chocó contra dos imponderables que demostraron ser demasiado para él. El primero de dichos imponderables fue que justo entonces Sin nvedad en el frente, la novela de Erich Maria Remarque, se convirtió en un best seller mundial, con el agravante de que todavía hoy continúa siendo una referencia ineludible de la literatura antibélica.
El segundo inconveniente fue que la política de limpieza que ya estaban llevando a cabo los nacionalsocialistas empezó con grandes hogueras a las que fueron a parar todos los libros y cuadros denominados “degenerados”, y el de H.H. Grimm no sólo era antibelicista y antinacionalista y no sólo no seguía las consignas oficiales de odio a todo lo que fuera francés, belga o inglés, es decir los próximos enemigos de Alemania, sino que encima estaba editada por un judío comunista. Pero H.H. Grimm ya se debía de oler lo que se le venía encima porque además de publicar su libro con pseudónimo guardó tan en secreto su identidad que, a diferencia de su libro, se salvó de la quema y pudo salvar asimismo un ejemplar a base de emparedarlo en su casa.
Es evidente que no gustándole el tremendismo ni la enumeración de horrores que él había presenciado, la intención de H.H. Grimm fue escribir una novela picaresca. Schlump, viene de lump, que en alemán significa sinvergüenza, y al principio podría ser un compinche de Rinconete o el Lazarillo. Destinado a labores de intendencia en la retaguardia del frente francés, se vale del mínimo poder de su cargo para disfrutar de la vida con los camaradas y, aprovechando esa moral tan peculiar de los tiempos de guerra, establecer relaciones con toda clase de mujeres y jóvenes francesas. Habla maravillas de ellas porque, la verdad, ellas le tratan amorosamente y le devuelven con creces sus favores aunque, eso sí, no se dan descripciones ni detalles íntimos. Pese a su apodo, Schlump es un caballero y no cuenta según que cosas de las damas a las que frecuenta. Pero si encima puede hacer trapicheos con los alimentos, el vino o el tabaco, qué más puede pedir un muchacho de pueblo, hijo de un obrero y al que de pronto le dan las llaves de la despensa.
Otro de los grandes atractivos es que se trata de una novela de novelas, y sobre todo durante los tediosos días de la retaguardia, todo el mundo tiene tiempo y disposición para escuchar una buena historia y cada dos por tres los oyentes se sientan por el suelo y se van pasando tabaco o botellas de vino mientras un recién llegado cuenta su historia, por lo general breve pero intensa y como corresponde a un tiempo tan desquiciado como es el de una guerra, totalmente disparatada. El episodio del niño que se mete un orinal metálico por la cabeza y no se lo puede quitar es formidable y refleja muy bien el carácter moderadamente burlesco que H.H. Grimm quería darle a su novela.
Pero nadie escapa a una guerra con las manos limpias y el cuerpo sin marcas. Poco a poco Schlump se va acercando al horror y una vez que se ve atrapado en el mismo ya no escapa de él hasta el final, y lo hace con el cuerpo hendido y, sobre todo, el alma endurecida. La gente que todavía asocia guerra con heroísmo es objeto de la rechifla general. El sálvese quien pueda ya es universal y con la derrota el relato pierde sus últimos tonos picarescos y adquiere un tono sombrío que debió de enfurecer a esos nazis que, una vez quemadas las obras de arte degenerado, estaban ya clavando sus torvas miradas en los judíos. Pero sorprende sobre todo la elegancia de una narración que no cae nunca en el tremendismo ni en la búsqueda de la imagen fácil. Lo que pasa es que una guerra es la plasmación del horror y la expresión de los peores rasgos del género humano. Y era imposible que la picaresca pudiera dar cuenta del mismo y salir incólume.
Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump
Hans Herbert Grimm
Traducción de Belén Santana
Impedimenta