Javier Fernández de Castro
Carintia es un estado federado (bundesland) situado en el sur de Austria. Posee una importante minoría eslovena. Como ocurre con gran parte de las naciones de la gran Península de los Balcanes, la histortia de Carintia es larga, compleja y no exenta de violencia. Con la anexión de Austria por parte de Alemania en 1938, acto de guerra consumado con el beneplácito de gran parte de las autoridades y la población austríaca, se abrió para Carintia un periodo particularmente doloroso y difícil porque en la lucha contra el invasor jugó un papel muy importante el movimiento partisano decisivamente apoyado por las fuerzas comunistas de Eslovenia que al término de la II Guerra Mundial se hicieron con el poder tanto en la propia Eslovenia como en la serie de naciones integradas en la entonces recién creada Yugoslavia.
Al igual que ocurría al mismo tiempo en la Francia ocupada, cada acción bélica o de sabotaje llevada a cabo por los partisanos provocaba una brutal represión dirigida sobre todo contra la población civil y en especial contra las familias de los presuntos autores del hecho. Esa represión daba motivo a una escalada de represalias no menos cruentas y que provocaban castigos aun peores perpetrados por agentes de la Gestapo con ayuda de la policía local.
De todo ello habla la presente novela. El aspecto más destacable de la misma es el cuidado que pone la narradora en el transcurso del largo, desconcertante y muchas veces difícil proceso de conocimiento por parte de una niña que no vivió los peores y más traumáticos sucesos ocurridos durante la guerra, pero de los que poco a poco, y según crezca, se irá haciendo consciente, siendo cada vez más capaz de asumir como propio el entramado de odios, resentimientos y afán de venganza que todavía condicionan a los habitantes de Eisenkappel-Vellach, la aldea natal de una autora que no oculta en ningún momento que está utilizando su propia biografía como material literario.
Instintivamente, y porque intuye que sus padres están todavía demasiado condicionados por el pasado, la niña se pone del lado de la abuela, una verdadera fuerza de la naturaleza que si fue capaz de sobrevivir a las miserias y horrores de la guerra ahora, en plena posguerra, continúa mostrándose muy por encima de las circunstancias.
Poco a poco, y según vaya creciendo, la narradora irá conociendo la actuación y el grado de implicación de sus familiares y vecinos en unos hechos cuyo recuerdo todavía les tortura y condiciona sus vidas.
Como todo testimonio de primera mano, El ágel del olivido (una entidad celestial a la que acuden los habitantes de Eisenkappel igual que en otras latitudes se venera al Cristo de la buena muerte) aporta una visión personal y emocionada de uno de los muchos rincones olvidados de la Europa actual.
Maja Haderlap
El ángel del olvido
Traducción de José Aníbal Campos
Periférica