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Javier Fernández de Castro

 

Sería pretencioso tratar de decir algo coherente, y no digamos original, acerca de la obra cumbre de Dante obviando el hecho de que casi con toda seguridad ya habrá sido dicho antes, y encima con mayor propiedad, por cualquiera de los infinitos estudios que le han sido dedicados a lo largo de los más de setecientos años transcurridos desde su publicación. Incluso un crítico tan prestigioso como Harold Bloom se limitó a decir muchas y muy elogiosas generalidades y sólo al final, amparándose en su inmensa autoridad se descolgó  acusando a Beatriz de “ gruñona” y de haber provocado en Dante un amor definido por Borges como “desgraciado y supersticioso”. E insiste: “está claro que Dante se habría enamorado de Matilde [su guía durante la travesía del Purgatorio] si la transfigurada Beatriz, madre regañona e imagen del deseo, no lo estuviese esperando en el canto siguiente”.  Matilde, por el contrario, “graciosa y bella”, era la “misteriosa epítome de una joven enamorada”.

                En cambio sí es pertinente hablar de la excelente traducción de José María Micó y de la no menos excelente edición de Acantilado.  Catedrático de Literatura en la Universidad Pompeu Fabra, poeta, filólogo, traductor y músico (quien sienta curiosidad puede verle en YouTube interpretando sus propias canciones en compañía de Marta, su mujer)  a José María Micó le ha costado cuatro años terminar su versión de la Comedia. De entrada llama la atención la radical desaparición del apelativo a la divinidad de la obra, una ocurrencia de Boccaccio que luego fue universalmente adoptada por todos. Además de devolverle el título original, Micó respetó los tercetos de endecasílabos (la famosa terza rima inventada por Dante) pero en cambio renunció a la rima porque, como él mismo dice, “al verter el texto en verso rimado te obligas a un registro especial, a forzar el sentido y la sintaxis”. Ángel Crespo en 1975, y J.M. Sagarra en catalán (1953) recurrieron a la rima en sus respectivas traducciones y recibieron muchos elogios por ello, pero no es menos cierto que en ocasiones los textos de ambos resultan casi ininteligibles.

                Hay que tener en cuenta, hablando de ininteligibilidad, que si bien Shakespeare se inventó  o dio significación nueva a numerosas palabras, el idioma al que recurrió para escribir sus obras ya estaba hecho y disponía de ilustres antecesores que le servían de modelo,  Dante por su parte tuvo que inventarse el italiano mientras escribía  la Comedia, razón por la cual utilizó gran cantidad de neologismos, cultismos y unas palabras inventadas que tanto martirizan a sus traductores, ello por no hablar del frecuente recurso a la lengua llamada vulgar (en todos los sentidos) y ahí está el ejemplo del demonio que “hace de su culo una trompeta”, aludiendo a la ventosidad que se tira un maleducado súcubo.

                Otro aspecto que contribuye a que la presente versión de la Comedia resulte tan agradable de leer es la sustitución de las siempre engorrosas notas a pie de página por unas breves pero muy precisas introducciones a cada canto en las que, adoptando el papel de la gruñona Beatriz o la encantadora Matilde, Micó guía al lector por los vericuetos del círculo correspondiente ofreciendo pequeños datos biográficos de los personajes que surjan al paso y, si se tercia, la razón de su presencia allí.

                Y también es muy pertinente hablar de la edición en sí: tapa dura, papel de primera calidad y una encuadernación que permite que el libro se quede abierto en cualquier página sin necesidad de forzarlo.  Y en lugar de las habituales notas a pie de página, más de dos tercios de la misma lo ocupa el texto castellano, mientras que la parte inferior se ha reservado al texto original.  Inevitablemente, el cuerpo de letra en este caso es diminuto, pero en el peor de los casos en las tiendas venden ya unas lupas dotadas de luz que facilitan enormemente la lectura a quienes no tengan tanta agudeza visual como solían.

                Decir finalmente que hacer una edición tan cuidada, y por ende costosa, de la Comedia no parece que vaya a ser un negocioso ruinoso porque tiene todo el aspecto de ser uno de esos libros de salida lenta pero de largo aliento. Y al mismo tiempo, en esta época de idiotismo generalizado en la que reina lo insustancial y lo frívolo, es un guiño a la reducida pero incombustible colonia de resistentes que, llámense pequeños editores, libreros de trinchera o lectores pese a todo, mantienen viva la apuesta por la calidad y su compromiso con el viejo y vapuleado  “No pasarán”.  Faltaría más.

 

Comedia

Dante Alighieri

Prólogo, comentarios y traducción de José Maria Micó.

Acantilado.

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Javier Fernández de Castro

Javier Fernández de Castro (Aranda de Duero, Burgos, 1942- Fontrubí, Barcelona, 2020) ejerció entre otros los oficios de corresponsal de prensa (Londres) y profesor universitario (San Sebastián), aunque mayoritariamente su actividad laboral estuvo vinculada al mundo editorial.  En paralelo a sus trabajos para unos y otros, se dedicó asiduamente a la escritura, contando en su haber con una decena de libros, en especial novelas.

Entre sus novelas se podrían destacar Laberinto de fango (1981), La novia del capitán (1986), La guerra de los trofeos (1986), Tiempo de Beleño ( 1995) y La tierra prometida (Premio Ciudad de Barcelona 1999). En el año 2000 publicó El cuento de la mucha muerte, rebautizado como Crónica por el editor, y que es la continuación de La tierra prometida. En 2008 apareció en Editorial  Bruguera,  Tres cuentos de otoño, su primera pero no última incursión en el relato corto. Póstumamente se ha publicado Una casa en el desierto (Alfaguara 2021).

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