
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
Lo ha vuelto a hacer, ahora con una Antología universal del relatos fantástico que reúne 55 trabajos firmados por lo más granado de ese género difícil de definir porque muchas veces no tiene unas fronteras bien delimitadas.
Las primeras incursiones de Jacobo Siruela en el más allá de la realidad tuvieron lugar allá por la década de 1980, cuando era director y propietario de la editorial que lleva su nombre y se inventó aquella colección llamada El ojo sin párpado, a la que tantísimos lectores de lengua española deben innumerables horas de gozoso horror y fantasías. Ya entonces publicó dos volúmenes de cuentos fantásticos en los que se ofrecían una veintena larga de autores que, quizás porque todavía era un terreno virgen y Siruela hacía de exploradora, avalaban con su prestigio de escritores serios (me refiero a los Hoffmann, Balzac, Hawthorne, Gógol, Stevenson, Dickens, etc) un género al que todavía muchos consideraban frívolo, o en el peor de los casos, menor.
Después, y avalados por el criterio seleccionador de Lovecraft, salieron dos antologías de relatos de horror en el que estaban incluidos nombres muy conocidos junto con otros, por ejemplo Alexandre Chatrian, Ambrose Bierce, Joseph Sheridan Le Fanu, Arthur Machen o Montague Rhodes James, que actualmente están considerados unos maestros pero que entonces no tenían demasiado tirón comercial. También antologías de cuentos de vampiros y románticos alemanes y rarezas como la Antología de cuentos únicos, en la que Javier Marías juntaba a una serie de autores, en su mayoría desconocidos, que solamente habían escrito un solo relato de horror o fantasía. Como curiosidad cabe mencionar que allí estaban Lawrence Durrell, que sí escribió un montón de novelas y libros de viajes pero un solo y curiosísimo relato de terror, titulado "Las cerezas", y "La canción de lord Rendall", de un tal James Denham, un seudónimo tras el que se escondía el propio Javier Marías y que ahora está incluido en la presente antología firmado con su nombre.
Dando por supuesto que el antólogo viene avalado por una largamente probada experiencia (lo cual transmite al posible lector la seguridad de que no están todos los que deberían porque no caben, pero que los seleccionados reúnen méritos sobrados para figurar entre los elegidos) es muy útil la disposición cronológica de los textos porque ello permite ver la evolución experimentada en el tiempo y apreciar la paulatina aparición de un componente que a mí me parece básico porque aporta al relato "fantástico" una dimensión absolutamente creativa, ya que exige al lector tomar partido. Y me estoy refiriendo a la ambigüedad. Aunque sea un recurso literario que se ha ido fraguando a lo largo del tiempo, Jacobo Siruela en su prólogo señala a Henry James como el máximo responsable de que dicho recurso haya pasado a ser punto menos que indispensable, so pena de caer en el pecado reduccionista de la univocidad. Y pongo como ejemplo las representaciones del demonio y los sufrimientos infernales que tanto miedo daban al público medieval cuando los veía representados en los muros de las iglesias y que hoy resultan de una ingenuidad encantadora. En cambio, cuánto más poderosa es la imaginación del espectador si se le permite participar y aportar su propio horror. Como ejemplo expresivo, el fresco del Juicio final en el Camposanto de Pisa: el pintor sólo representó inmensas filas de justos dirigiéndose el encuentro con el Salvador y escenas de alegría por el reencuentro con los seres queridos allá arriba. Pero en primer plano hay un ángel que mira hacia atrás, es decir, al espectador, y a juzgar por la cara de horror de lo que está viendo al volverse, cabe imaginar lo que nos está pasando a nosotros, pobres pecadores abandonados a nuestra suerte y arrojados a las tinieblas infernales.
Como posible aportación a la definición de un género, cuyas fronteras muchas veces no quedan bien delimitadas cuando por los alrededores merodean el horror, los fantasmas, los vampiros,los muertos vivientes y demás monstruos creados por la fantasía humana, he aquí la definición que hace Aldous Huxley en Cielo e infierno: "[…] es la revelación, en un solo instante congelado, de la extrañeza, de la siniestra y hasta infernal otredad que se esconde tras las cosas conocidas". Curiosamente, Huxley está describiendo un cuadro de Thèodore Gericault llamado "El caballo asustado por el rayo", pero a mí me parece una definición magnífica de los relatos de ficción.
Antología universal del relato fantástico
Edición y prólogo de Jacobo Siruela
Editorial Atalanta