
Eder. Óleo de Irene Gracia
Javier Fernández de Castro
El narrador, Binyavanga Wainaina, empieza a contar su visión personal de África cuando él tenía cinco años (1978) y pone fin a su relato cuando tiene treinta y tantos años (2010) y ya es un escritor de prestigio que redondea sus ingresos impartiendo clases de escritura creativa en diversas universidades de Estados Unidos. No creo exagerado calificar de "ambicioso" el proyecto de Binyavanga Wainaina porque hablar de África en términos que resulten comprensibles para un lector occidental es un empeño difícil y plagado de arteras trampas. La primera y más obvia es la del idioma. A todo hijo de una colonización se le plantea la disyuntiva de utilizar (y por lo tanto desarrollar, enriquecer y universalizar) su lengua materna o bien usar la del conquistador, más articulada y por general más apta para expresar las complejidades de la civilización dominante y mal llamada superior. Obviamente, en el caso de un keniata actual, el inglés le ofrece unas expectativas de audiencia (ventas) inmensas, aparte de que la infraestructura cultural que arropa a un escritor anglosajón (trabajo en universidades, venta de colaboraciones a medios especializados, giras de conferencias, etc) es incomparable respecto a las que le cabe esperar si decide expresarse en la lengua de cualquiera de las innumerables etnias minoritarias. En todos los países del mundo, cuando una minoría se sabe amenazada de muerte por una potencia superior, las llamadas a la salvación de la lengua y la tradición pasan a ser un valor equivalente al de la religión, y son conocidas de todos las fatigas que les esperan a quienes van por libre y no comulgan ciegamente con el credo oficial. Así pues, para un keniata elegir escribir en inglés, tiene por fuerza que ser el fruto de una larga y ardua decisión y en cualquier caso pone de manifiesto una muy profunda contradicción. Sin embargo, como sin duda aprenderán los lectores de este libro, es una indelicadeza imperdonable señalarle a un keniata sus contradicciones, razón por la cual no insistiré en ello, máxime cuando es un tema que el propio autor no plantea abiertamente.
Otra de las graves y obvias dificultades a las que se enfrenta quien quiera hablar de África es que ésta no existe como entidad diferenciada: harto de la serie de generalidades y tópicos que los primeros viajeros clásicos difundieron sobre África, y de la visión que los viajeros actuales más superficiales (por no llamarlos turistas) suelen ofrecer al regreso de sus periplos por el continente africano, Binyavanga Wainaina se quejó a través de la revista Granta de la persistencia de esos tópicos pasados y actuales, y anunció públicamente su intención de aportar algún día su propia visión. Y de ahí que el presente relato se llame como se llama.
Quede claro sin embargo que Binyavanga Wainaina, pese a que la tentación ha debido de rondarle casi de continuo, no ha caído en la trampa de escribir un panfleto antipanfletario. Es decir, que en su afán por sacar a relucir lo que los occidentales no ven no ha recurrido a negar lo que de auténtico hay en lo que sabemos de África, y que cualquier viajero avezado se ocupa de tener en mente porque sería imperdonable verse cazado como un pardillo en lo relativo a las guerras y los vaivenes geopolíticos, las condiciones de seguridad del territorio a visitar, los requisitos sanitarios y, en general, el panorama que va a encontrar. Sin ocultarlo, pero sin hacer sangre tampoco sangre de ello, Binyavanga Wainaina hace referencias continuas a los avatares por los que ha pasado Kenia desde la muerte del "padre de la patria", Jomo Kenyatta (1978) hasta la actualidad, con todos los problemas derivados de las luchas por el poder, o de las consecuencias de la política de Idi Amin en Uganda. La propia madre del narrador era ugandesa y su presencia en Kenia estaba relacionada con las persecuciones políticas del dictador ugandés, aparte de que, una vez casada y establecida en Kenia, la suerte de sus parientes en Uganda, o las repercusiones de las sucesivas oleadas de refugiados, será un tema de preocupación familiar continua. También tienen cabida los conflictos en los países limítrofes, o los problemas post apartheid de África del Sur cuando el narrador asiste a la universidad allí. Pero lo que de verdad interesa a Binyavanga Wainaina es el relato civil, la gente normal y corriente, como su propia familia o sus amigos desde la infancia a la madurez, las confluencias culturales y étnicas y, sobre todo, los referentes mediáticos de cada momento, algunos sorprendentes, como Michael Jackson, pero en su mayoría ídolos nacionales, todo ello en medio de un sinfín de noticias de primera mano acerca de bodas, colegios, modas en el vestir y el cantar, las relaciones amorosas y de amistad, las borracheras y los recursos de cada cual para sobrevivir y labrarse un futuro. Todo ello contado con un lenguaje conciso y percutante pero con unas resonancias poéticas y unas imágenes muy imaginativas y sugerentes. Uno de esos libros que mientras los lees transmiten la certeza de que los acabarás siendo más sabio y mejor informado. Es decir, transformado.
Algún día escribiré sobre África
Binyavanga Wainaina
Editorial Sexto Piso