Iván Thays
Paul Auster
Una reseña en la Revista Ñ sobre el nuevo libro de Paul Auster, Sunset Park, escrita por Margara Averbach, enfatiza en el tema de las heridas de un padre y un hijo. Dice:
(?) lo más valioso de Sunset Park no es la historia entera sino los recuerdos que la componen, esos cuentitos diminutos que muestran al Auster versátil de siempre: un escritor capaz de contar un encuentro sexual casi pornográfico con tanta elegancia y eficacia como las que despliega para narrar una despedida desgarradora, una muerte absurda, un amor enloquecido, una escena de violencia. Al contrario de lo que dice el dicho, en esta novela, las partes suman más que el todo.
En el mismo suplemento, Francesc Peiron comparte con La Vanguardia y Clarín una entrevista a Paul Auster sobre la nueva novela. Un afiebrado Auster, convaleciente de una neumonía, declara: ?Es la primera vez que escribo una novela que ocurre en el presente. Los embargos suponen algo terrible, es la imagen de la crisis?. Y habla sobre su vida en Brooklyn.
La nota dice:
Su libro es un juego de contrastes. Los ricos Estados Unidos y el país de los desheredados. La ciudad del glamour ?el padre de Miles es editor; la madre, actriz; el padrino, escritor o alter ego de Auster?, y la otra, la de los que no pueden pagar el alquiler y cada vez se han de alejar más de aquella primera ciudad. ?Miles creció en el West Village, en un barrio muy agradable, y ahora está en Sunset Park, ¿has ido alguna vez??.
Sí.
No es un lugar muy feliz. Es pobre, sencillo, con muchos inmigrantes, donde la gente ha de bregar para salir adelante. No es una de las partes maravillosas de Nueva York. Miles se siente un tanto alienado.
En uno de sus paseos, Auster descubrió una casa de madera, de ventanas y puertas selladas. El enclave ideal para desarrollar su proyecto. ?Es el entorno donde resulta posible que alguien ocupe una vivienda. Hay zonas de Nueva York donde sería demasiado visible?.
Nada que ver, considera, con Park Slope, donde vive, en la que es su cuarta residencia dentro del concejo de Brooklyn, adonde llegó hace 31 años. Su nombre se cita casi como sinónimo de Brooklyn, aunque reconoce que ?lo elegí porque era más barato, no me podía permitir por más tiempo seguir en Manhattan?. No hace demasiado que hizo mudanza. Él y su esposa, la también escritora Siri Hustvedt, precisaban una casa más grande. Se fueron, como quien dice, a la acera de enfrente.
?Le dije a Siri que, si quería volver a Manhattan, no había ningún problema. Decidió que nos quedábamos?.
Se diría que Paul Auster ha ejercido de ariete. Que abrió las puertas del enclave a la llegada de la gente de la creación y la intelectualidad. De su ramo, recuerda a Norman Mailer, que residió en el vecindario hasta que se lo llevó la parca. ?Prácticamente todo el mundo vive en Brooklyn, ja, ja?, bromea. ?Se ha convertido en una especie de centro nacional para artistas. Ahora debe haber más artistas aquí que en Manhattan.Es que en Brooklyn pueden encontrar un buen sitio que salga una cuarta parte de lo que resultaría del otro lado?.
Después de un respiro, sigue en su explicación. ?A mí me gusta vivir en Brooklyn. Es un buen lugar para trabajar, para educar a tus hijos. En cambio, es mucho menos excitante que Manhattan, cosa que a veces echo de menos. Las librerías, las galerías de arte. De todo hay menos en Brooklyn?.
A lo largo de la conversación admite, sin embargo, que el dinero no es la razón exclusiva a la hora de elegir la residencia. Auster da una de sus claves personales. ?Étnica y racialmente Brooklyn está mucho más mezclado. En un restaurante encontrás de todo, negros, indios, de todo. En Manhattan, en un buen local, sólo hay blancos?.