
Eder. Óleo de Irene Gracia
Iván Thays
Mural en Aracataca dedicado al hijo pródigo.
Este martes cumple 85 años el piscis más famoso del mundo, Gabriel García Márquez, y en El País ya empezaron las celebraciones. La primera noticia es un regalo para sus lectores: Cien años de soledad se publicará en ebook. La primera versión oficial (sin duda habrá varios pdf piratas por ahí) de la que podría considerarse la mejor novela del castellano desde Don Quijote. ¿Tanto? Sí, tanto. La misma Carmen Balcells ha supervisado la edición digital.
Dice la nota de Winston Manrique Sabogal:
Uno de los más significativos obsequios se lo dará Carmen Balcells, su gran amiga y agente literaria desde Barcelona: las habituales rosas amarillas que tanto le gustan al escritor irán acompañadas de la primera edición de Cien años de soledad que sube al ciberespacio en formato de libro electrónico. Y será como un juego de espejos reflectantes porque el regalo-libro llegará a García Márquez y a las librerías virtuales con la portada de la primera vez: un galeón en la selva colombiana.
Un cumpleaños que incluye un mensaje-tarjeta oral de Balcells: ?Mi relación con él ha sido una experiencia tan enriquecedora que ya no recuerdo ni cuándo empezó o si todavía seguimos anclados en esa nube del sueño; más ahora, cuando todos hablan del mundo cibernético y de esa nube infinita donde se pueden alojar todas las historias y los libros?.
(?) El precio será de 5,99 euros y saldrá en dos formatos: para Kindle y el estándar de Epub (para diferentes dispositivos, incluido Apple). La política de la editorial, afirma Latasa, es que los precios digitales no pueden ser altos. ?Trabajamos para acercar al autor y el libro al lector. Apostamos por precios bajos dentro de la ganancia que corresponde a los implicados en la cadena de valor del libro?.
Por otra parte, cinco escritores han sido convocados en el mismo diario para hablar de la importancia de Gabriel García Márquez en su carrera literaria y de lectores. Se trata de Wendy Guerra, Patricio Pron, Eduardo Halfon, David Monteagudo y Clara Usón. Les dejo aquí el testimonio de tres de ellos:
Vida hecha literatura
por Wendy Guerra
Esperaba llorosa con un par de maletas en la puerta de la Escuela de Cine, la que él fundó. No era una buena alumna, me escapaba de San Antonio de los Baños. Solo quería escuchar a Gabo pero me había portado mal. Al fin llegó, todos se apilonaron para verlo? yo no podía subir a su clase; lo miré para no olvidar su cara; entonces él se abrió paso entre la gente y preguntó: ?¿Quién es Wendy Guerra??. Entre la confusión lo condujeron a la esquina donde esperaba la guagua. No se habló más, juntos caminamos hasta el comedor donde ?las tías? le sirven y explican lo que les ha gustado o no de sus últimos libros. En clase entendí que la naturalidad con la que Gabo atina lo mágico se debe a la capacidad de aceptar y manejar su delirio caribeño usando con maestría los instrumentos clave que otorga la lengua española, fusionada a la atractiva oralidad colombiana. No existe una novela suya que no esté basada en la realidad, ¡ah! pero de esa realidad emergen asuntos interiores que aquí, en estas costas, uno siempre disimuló. Los vasos de agua para los espíritus, el cordón rojo que llevo en mi cintura, el dorado con que cubrimos los mitos de la pobreza para remontarla. El peso de los muertos, el entresijo vernáculo del poder, la manía de comernos la cal o? la dilatación del deseo en un brebaje almendrado (último recurso para amarse en la eternidad), Gabo descubrió la literatura del subcontinente. En aquellas clases (que se conservan grabadas) cada vez que alguien trataba de resolver puntos de giro con repentinos desastres o algún incoherente misticismo, él lo impedía, sus reglas de verosimilitud eran claras: ?Alguien quiere algo y alguien o algo se lo impide?. Lo irreal debe sentirse cierto y ese ?algo? debe ser realmente creíble en su contexto; porque sabemos que aquí, mientras sucede lo maravilloso, lo sublime, lo increíble, la ropa se seca tendida al sol y los plátanos se pudren en el traspatio, eso somos, y él solo vino a decirlo, muy bien dicho, con música que recuerda los Cantos Rodados de la costa. Su asistente en Cuba se llama Alquimia y su amiga de los años, Lola, a ambas les he preguntado cómo fue que llegué yo hasta Gabo, y ellas siempre me contestan lo mismo: ?Volando, mi niña, volando?.
Alquimista del cuento
por Eduardo Halfon
García Márquez es un cuentista de laboratorio. Acude al cuento como a un espacio donde experimentar y poner a prueba sus ideas. ?Un género de práctica?, ha dicho. ?Ejercicios de piano?, los ha llamado. Al terminar Cien años de soledad, García Márquez de nuevo recurrió al cuento como un ?buen purgante para la indigestión del pasado?, y resultó escribiendo la colección de relatos La cándida Eréndira. ?Cuentos experimentales? los llamó, a través de los cuales ?encontré el embrión de El otoño del patriarca?. En sus cuentos, es ese pintor de bocetos que cree estar solo practicando para su obra más importante, alistándose para su lienzo total, casi sin darse cuenta de que en esos rápidos bosquejos, en esos esbozos y experimentos de laboratorio, ha ido plasmando una obra quizás más sincera y espontánea, quizás mayor. Hay algo aun más sublime y humano en los bocetos mismos del Guernica.
La fortuna de leerlo
por Patricio Pron
Quizás lo que distinga a un escritor realmente grande de uno mediano o pequeño no sea más que la imposibilidad de leer sus textos pasando por alto lo que sabemos de él; cuando ese escritor es Gabriel García Márquez, la dificultad es enorme. A la figura del premio Nobel se adhieren algunas imágenes surgidas de sus libros y otras que le son extrañas pero que lo persiguen insistentemente a raíz de sus posiciones públicas y su compromiso político. Más interesante que ellas es el hecho singular de que su obra haya sido, de algún modo, ?secuestrada? por un cierto tipo de literatura comercial que se ha valido de una entonación y de unos procedimientos y recursos que le son propios para producir textos inferiores a los del colombiano y en las antípodas de su visión de la literatura y de la vida. Naturalmente, nada puede impedir que los escritores latinoamericanos vuelvan a inventarse pueblos imaginarios donde la gente vuela, pero es importante discutir el secuestro de la obra de García Márquez por parte de esa literatura.